Ni teatro, ni cine, ni musicales, ni volver a quedar con los amigos para un escape room. Son actividades que antes uno hacía de vez en cuando pero que ahora van a ser mucho más raras, al menos durante un tiempo. Primero, tendremos que vencer el miedo. Segundo, tendremos que tomar las medidas y resistirnos a los abrazos y los besos para saludarnos. Al menos, podremos estar cerca.
En eso que llaman ‘nueva normalidad’ (por si no queda claro, no me gusta el término) va a haber grandes ausencias. Nadie se muere por no ir al teatro como se muere por no poder ir al hospital, y seguramente casi nadie lo haya hecho en el último año. Parecido con el cine o los musicales y ‘escapes’, entretenimientos más propios de quienes vivimos en grandes ciudades y tenemos la suerte de poder, muy de vez en cuando, permitírnoslo. Todas estas cosas son alimento para el alma. Y sí, ya sé que podré ver el mejor cine en mi plataforma de streaming favorita a la que esté suscrito, pero el hecho de prepararse, escoger una película, ir a la sala de cine, después dar un paseo… exige un esfuerzo y una dedicación que, sencillamente, no puedo tener en casa. A lo sumo, cocinarme una buena cena o pedir a domicilio una pizza a mi italiano favorito. Siendo todo lo bueno que puede ser, no es lo mismo.
Seguramente, durante un buen tiempo no tendremos eventos masivos, o estos serán restringidos. Quienes se atrevan a organizarlos, tendrán una importante labor de preparación entre medio. Seguramente haya que ir bien preparado, es decir, con mascarilla y distancia. Estaremos juntos pero siempre a un metro o dos de distancia. Tocarse será un lujo, porque será arriesgarse a que, después de todo, alguien nos pueda contagiar, o peor aún, podamos contagiar sin saber.
Por eso, el mayor riesgo de la nueva normalidad es perder el alma: tendremos que renunciar a muchas actividades que alimentan el espíritu, y tendremos que vencer la tentación de ver al otro como enemigo. Tendremos que integrar que el respeto y el cuidado por el prójimo significará ‘no tocar’ cuando, en realidad, siempre hemos aprendido lo contrario: que un abrazo o una caricia sanan.
Esto, os tengo que decir, es una de las cosas que más miedo me dan de lo que se avecina.
Asier Solana