Para no dar lugar a equívocos, estoy totalmente de acuerdo con #YoMeQuedoEnCasa y con cumplir con sensatez y sin histerismo las indicaciones de las autoridades. Pero ello no implica dejar a un lado el pensamiento crítico y el sentido común (que como últimamente se constata es el menos común de los sentidos). Por otra parte, es el propio evangelio el que nos invita a ser mansos como palomas, pero astutos como serpientes.
El virus del hambre mata cada día decenas de miles de personas, pero de eso prácticamente no se habla en los medios de comunicación, y nadie declara el estado de alarma.
Me pregunto (¡con perdón!) si las grandes farmacéuticas estarán muy disgustadas con el malévolo COVID-19. Más bien me las imagino relamiéndose, calculando los jugosos beneficios económicos de la próxima vacuna y demás medicaciones relacionadas con el virus. Si las pandemias no existieran, las farmacéuticas las inventarían (¿o las habrán inventado ya?).
Richard Horton, editor de la prestigiosa revista científica Lancet ha explicado recientemente como las mayores compañías farmacéuticas falsifican o manipulan los estudios sobre la seguridad, toxicidad y eficacia de los fármacos que sacan al mercado. Lo que prima y se prioriza en todo momento son las suculentas ganancias económicas. ¿Qué hacen los gobiernos y los organismos internacionales?
Por otra parte, ¿cómo es posible que en países como Italia (9ª economía del mundo) o España (13ª economía mundial) se colapsen las UCI de los hospitales? Se nos argumenta que es algo normal e inevitable, ¿pero no se viene produciendo un calculado desmantelamiento de la sanidad pública en los últimos años? ¿De verdad el problema es este malísimo ‘supervirus’, el COVID-19 o un sistema sanitario público al que cada vez se le han retirado más fondos y paralelamente se ha favorecido la sanidad privada como un gran negocio? Por otra parte, no sería quizás más sensato invertir más sanidad y menos en gastos de ‘defensa’?
¡Y que decir de la OMS (Organización Mundial de la Salud)! Es sorprendente que la Fundación Bill & Melinda Gates sea quien más fondos aporta a la OMS, seguida de la multinacional farmacéutica GAVI. ¿No suele decirse que quien paga manda? ¿Y no ha sido la OMS quien decide cuándo hay pandemia o no, y qué muertes hay que atender y cuáles no?
Siempre que se declara una peligrosa epidemia (cómo la que estamos sufriendo ahora) y en base a narraciones apocalípticas (todos empezamos a sentir y actuar como si llegase en fin del mundo -y del papel higiénico-), se promulgan leyes excepcionales que van encaminadas a controlar, limitar o anular los derechos y libertades de los ciudadanos. Por el ejemplo ‘el derecho de expresión y palabra’, sobre todo de aquellos profesionales médicos y científicos que discrepan del discurso oficial. ¿Será una pedagogía para ir acostumbrándonos a esos ‘estados de excepción’?
El miedo siempre fue muy lucrativo y también paralizante. Atemorizados y desconfiando unos de otros… ¿Me pregunto quién saldrá ganando? Ya nada volverá a ser igual.
Ricardo Aguadé, OP