Comenzamos el pasado domingo el Adviento, el tiempo litúrgico que antecede a la Navidad, que consta de cuatro domingos, con las semanas que les correspondan antes del 25 de Diciembre, y que es un tiempo de espera y esperanza ante la llegada de Dios, ante el nacimiento de Jesús el Señor. Pero esa llegada de Dios, no es simple y exclusivamente el recordatorio navideño de algo que sucedió hace casi dos mil años, como quien recuerda una fecha histórica y celebra un cumpleaños, es mucho más. El adviento no es sólo un tiempo de espera previo a la fiesta. Este tiempo nos habla de más esperas y esperanzas que los cristianos tenemos y de cómo vivirlas. Hay mucho más en el Adviento que luces, árboles, turrón y comidas. Hay más en el Adviento que esperar al 25 de diciembre.
Y para acercarnos a ese mucho más, vamos a mirar al adviento como si de un tríptico se tratara. Con tres imágenes, tres figuras, tres personajes que nos hablan de tres sentidos del adviento y la navidad, como una trilogía de películas o de novelas, que nos contasen tres formas de leer el adviento y la navidad, pero que las tres se intercalan y se llenan de sentido unas con otras.
Primera Estampa: Isaías el profeta.
Isaías la voz de la esperanza, la voz de los sueños que se harán realidad, la voz que nos habla de un mundo nuevo que llegará, un mundo nuevo en el que el león y el cordero pacerán juntos, en el que el niño y la serpiente dormirán al lado sin hacerse daño, en el que los hombres serán hermanos, no habrá guerras ni llanto ni luto, no habrá dolor ni sufrimiento, un mundo regido por Dios, dirigido por su Mesías…
Esta primera imagen del tríptico nos habla de la venida de Dios en el sentido de la última venida de Jesucristo, no como el lúgubre juicio al que nos tiene acostumbrados la historia de le religión en el que se habla de castigo y pecado, no. La última venida de Jesucristo que pedimos cuando decimos Maranathá, cuando decimos Ven Señor no Tardes, es la definitiva venida del amor, de la esperanza, de la alegría, de la paz, de todo lo hermoso y maravilloso que es Dios… la venida de la justicia definitiva que es el perdón, de la felicidad suprema del Mundo Nuevo, del Paraíso, de la unión con dios… Y todo eso es también Adviento, que literalmente significa lo Porvenir… un adviento permanente al que hace referencia el velad y estad alerta que nos dice Jesús en el primer domingo de adviento. Y es que mayor espera y esperanza que la llegada de Dios definitiva con todo su amor y alegría no existe… de eso nos habla Isaías…
Segunda Estampa: Juan el Bautista
La llegada definitiva del Reino, no se puede separar de dos elementos que representa Juan el Bautista. Uno la espera del Mesías concreto y real de carne y hueso que vivió en la tierra de Palestina hace dos mil años y al que Juan anunciaba, y con él, la venida del Reino de Dios en la tierra.
Y el segundo elemento, el de preparar los caminos para que llegue, allanar los senderos para la llegada del Rey. Desde la perspectiva del Bautista, el Adviento es el nacimiento de Dios en el corazón de cada uno, es rehacer la propia vida, trabajar, tomar conciencia de todo lo que impide que Dios se haga un hueco en nosotros, para allanarlo, rebajarlo, rehacerlo en otra perspectiva. Es reconstruirnos por dentro y con nosotros reconstruir el mundo de tal manera que haya hueco para Dios.
Es pintar las paredes, adecentar nuestra vida para que el Reino se vaya haciendo real ya aquí y ahora en espera del definitivo mundo nuevo. Es hacer un hueco en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros para que el Reino que ya está llegando, para que Dios que ya está llegando a la vida de cada uno y a la vida de todos, pueda traernos la plenitud y la vida definitiva y suprema.
Siempre hay que andar allanando los senderos de nuestro corazón para seguir a Jesucristo con mayor radicalidad, responsabilidad y cercanía, con mayor entereza, siempre hay que estar reconstruyéndonos por dentro para hacerle hueco a Dios en nosotros.
Y también siempre, hasta que el tiempo futuro llegue, hay que ir reconstruyendo este mundo para que haya hueco para Dios, para que no domine la injusticia ni el dolor, para frenar todo lo que no deja a Dios nacer en la vida de tantos seres humanos: miseria, hambre, violencia, marginación…
Adviento es pues también pelear porque no tenga la última palabra el dolor en el mundo, es construir día a día la llegada del Reino de Dios, es la espera activa y constructora del mundo y la civilización del amor. También eso es lo que proclamamos en el adviento, todo eso es signo de esperanza y está cuando deseamos una feliz Navidad.
Tercera Estampa: la Virgen María
La figura de María, la madre de Jesús de Nazaret, el Señor, es la tercera imagen. De alguna manera es la representación del hecho histórico en sí, del nacimiento hace dos mil años y pico de un niño que era el Enviado de Dios, el Salvador, el Dios con nosotros.
Pero a la vez es como la que enlaza las anteriores dos imágenes de este tríptico de adviento: la espera de la definitiva venida de Dios, y la construcción de las condiciones del Reino. María, las reúne, y a la vez les da un nuevo sentido.
María es la imagen de la fe perfecta, de la confianza en Dios. María es la mujer que hace suyos los planes de Dios, acoge a Dios, se deja hacer por Dios, se deja rehacer, acepta plenamente los planes de Dios y con ello se hace colaboradora imprescindible de la salvación, de la vivificación de la humanidad. Espera un mundo nuevo regido por Dios, y trata de preparar sus senderos, y lo hace poniéndose plenamente y por entero a la disposición de los planes del Padre. Y lo hace en plena libertad.
No es casualidad, evidentemente, que se celebre la Inmaculada Concepción de María en adviento, una fiesta que leo -más allá del dogma concreto y contenido en esa concepción sin pecado original de la Virgen-, como en clave de entrega absoluta de María a los planes de Dios, la ausencia de pecado en sus decisiones, la entrega absoluta a los planes del padre, para que el mundo nuevo y la vida nueva pudieran darse con el nacimiento del Mesías. Me impresiona sobre todo la opción en libertad de María. No podemos saber cómo fue la Anunciación ni la Encarnación, el relato evangélico de Lucas que lo cuenta es una figura literaria para transmitir un contenido teológico, pero nos deja claro que fue una opción libre de María, movida por amor a Dios y confiando en Él sin saber muy bien a qué llevaría después todo eso.
Porque, como decía uno de mis profesores, es muy probable que María, nacida, crecida y formada en su cultura judía, esperase otra cosa de lo que se le vino encima, y quizás su Mesías esperado no dejaba de ser el Mesías-Rey poderoso, glorioso y guerrero que esperaba Israel, y es muy probable que su fe tuvo que ponerse a prueba y sufrir ella misma un proceso de conversión a su propio hijo, a una idea de Mesías muy distinta a aquella, un Mesías servicio, amor y entrega hasta la tortura y la muerte. No sabemos si entendió o no María todo lo que su hijo tenía que pasar, pero sabemos que no abandonó su fe y su confianza en Dios, aquella por la que optó desde la Anunciación. Pasaría momentos de no saber y momentos de dolor que le traspasasen el corazón, pero la tradición de la Iglesia, siguiendo el Evangelio de Juan, nos la presenta al pié de la cruz, sin abandonar a su hijo, esperando y creyendo contra toda esperanza en la palabra de Dios. Así nos dicen los Hechos de los apóstoles que oraba con ellos antes de Pentecostés… seguía confiando en Dios Padre que un día le pidió ayuda para llenar de nueva vida a los hombres…. El Adviento de María es el que acoge a Dios desde la confianza y la fe en que es Él el que trae la vida, la plenitud y la libertad, es el adviento de la conversión a los planes de Dios y no a los que nosotros inventamos y le damos su nombre, es el de la esperanza contra toda esperanza, es el de colaborar con Dios en alumbrar un mundo nuevo y una nueva humanidad, pero sobre todo, María es el adviento de la espera y la esperanza…
Vicente Niño