He llegado a una conclusión: la buena o mala educación no es cuestión de edad, sino de educación y modales. Hay señoras que buscan la menor oportunidad para colarse un puesto en la frutería, y hay jóvenes que enseguida están dispuestos a ayudarte. Hay jóvenes a los que parece que nada les mueve, y hay señoras que te sirven la fruta con una sonrisa que te alegra el día y te regalan un kilo de peras si les haces una compra un poco grande (comed fruta, que es sano).
Quiero romper una lanza por nuestra generación joven los ‘z’. En primer lugar, porque son nuestro futuro… Pero también nuestro presente. Debería preocuparnos que son muy pocos y tener 20 años en un país de viejos que te quieren dar lecciones de todo debe de ser bastante incómodo. Por ejemplo, porque cómo son los jóvenes de adictos al móvil… algo a lo que las personas de más edad son del todo inmunes, ¿verdad?
No tenemos una generación joven mejor o peor que las anteriores. Si acaso, en aquellas cosas que nos disgustan quizá tenga algo de responsabilidad la quienes que se han ocupado de su educación. Además, a nuestros ‘zetas’ les ha tocado crecer en una adolescencia marcada por la palabra crisis y su realidad, por ver cómo alguno de sus padres, o los dos, se quedaban en paro y había que apretarse el cinturón. Ahora se les exige mucho en un mundo cada vez más competitivo, en el que lo único cierto es el cambio, a una velocidad muy superior a la que otros han vivido.
Quizá deberíamos crear, cada vez, más y mejores espacios intergeneracionales, movidos por una disposición de aprender unos de otros, y nos podría ir mucho mejor.
Asier Solana