A principios de Octubre tuve la oportunidad de viajar a Adís Abeba, capital y corazón de Etiopía y cuna de la humanidad, como ellos dicen, por tener los restos de nuestro ancestro Lucy. Viajé allí para participar en un congreso científico internacional de astrofísica, el primero de este género en la historia de Etiopía.
Es un sitio culturalmente muy distinto y una ciudad que choca directamente con los estándares que se pueden tener sobre la capital de un país. Envuelta en un caos permanente de tráfico, personas, animales y contaminación, la ciudad crece exponencialmente sin ningún control. Esto hace que, mientras la mitad de los edificios están en construcción con andamios (la mayoría de madera), la otra mitad de la ciudad está en ruinas.
Pero no voy a hablaros de eso hoy, sino de algo que me ha llamado particularmente la atención.
Uno de los días del congreso, nos llevaron de excursión al monte Entoto, uno de los tantos que rodea la ciudad de Adís y que alberga en él un pequeño observatorio astronómico. El camino hasta allí fue tortuoso y largo, como lo son las carreteras llenas de baches que hay por todas partes. Pero mientras subíamos empezamos a encontrarnos a todo tipo de mujeres de todas las edades que parecían estar bajando hacia la ciudad cargando en sus espaldas con grandes cantidades de madera mucho más grandes que ellas mismas. Preguntando, nos enteramos de que es la forma que tienen de vivir, incluidas las niñas. Os explico.
Todos los días estas mujeres suben por la carretera del monte para talar árboles y acumular madera de los bosques inmensos que pueblan el camino. Utilizan eucaliptos, un árbol introducido en el país durante el siglo XIX que ahora ha invadido por completo todos los montes y casi exterminado a la flora local. Por si no lo saben, los eucaliptos se plantan por su rápido crecimiento, que hace que sea muy fácil obtener madera. Sin embargo consumen mucha agua, así que resecan la tierra y le “roban” el agua a otras plantas. Aquí se plantan por su rapidez, ya que aún hoy la madera es fundamental para la construcción de cualquier cosa en Etiopía.
Estas mujeres, sin ningún tipo de herramienta más allá de la que hayan podido construirse ellas mismas, cortan las ramas de los árboles, las empacan y se las cargan a la espalda. Recorren a pie todo el camino desde el monte hasta la ciudad por un lateral de la carretera. Para que os hagáis una idea, la distancia aproximada desde el observatorio al mercado de la ciudad son aproximadamente 14 kilómetros y 700 metros de desnivel.
Con suerte, se ganarán 1 dolar cuando la vendan en el mercado si son capaces de llegar hasta allí sin que nadie les haga nada. Los guardas forestales las paran y amenazan físicamente porque cortar la madera está prohibido. Eso sí, por algo de dinero ya todo pasa a ser permitido.
Si tienen la poca suerte de que las hayan parado en medio de un bosque, nadie las podrá oír ni defender. Algunas de ellas son niñas, y han tenido/tienen que enfrentarse a violencia física o incluso sexual por parte de estos guardas casi a diario. Es tan común ver a estas mujeres cargando con los enormes fajos de madera, que incluso te puedes encontrar postales de recuerdo en las tiendas con ellas dibujadas.
Para evitar que su vida sea un infierno, hace un tiempo se ha creado la asociación “Former Women Fuelwood Carriers Project”, cuyo objetivo es sacar a estas mujeres de esa vida difícil y darles una alternativa con la que poder ganar dinero y ayudar a sus familias. Esta asociación las convierte en costureras. Les dejan usar grandes máquinas de coser para hacer pañuelos, bufandas, alfombras y también cestas que luego venden en una pequeña tienda que está dentro del recinto de la asociación.
Normalmente sus productos están a menor precio de lo que intentan venderte en los mercados locales, donde además intentan estafarte en el momento en que ven que eres extranjero. Tienen mucha variedad de pañuelos muy bonitos y únicos tejidos a mano por ellas mismas.
Comprando uno de esos pañuelos sabes que estás ayudando a que la vida de muchas niñas y mujeres sea mejor, que puedan acceder a una vida más digna y menos peligrosa.
Tuve la oportunidad de ir a la asociación y ver a estas mujeres en acción. Cuando fuimos solo había una mujer tejiendo, otra desovillando la lana y un pequeño niño durmiendo en el suelo. En la tienda, un recinto pequeñito lleno de estanterías con pañuelos, aquel día había dos mujeres encargándose de las tienda, muy atentas y mirando las cuentas al detalle. Muchas de ellas no tienen ni siquiera un hogar estable donde quedarse, así que utilizan los recursos de la asociación. En la puerta tienen un pequeño baño y una ducha que han podido construir gracias a financiación externa.
Si alguna vez vais a Adís Abeba, no perdáis la oportunidad de visitar y conocer a estas mujeres y la asociación que está haciendo esta genial labor. En los últimos años se ha extendido a otras ciudades, y también enseñan a las mujeres otras prácticas más de negocio, como labores de marketing y dirección de empresa que pueden poner en práctica en la tienda, entre otros sitios. Sobre todo es muy importante para ellos enseñarles nuevas cosas a las mujeres y chicas más jóvenes, y que así tengan una opción de un futuro mejor.
Si vais, seguramente no podréis hablar con ellas por la diferencia de idioma, pero en sus caras está claro que te agradecen la visita. Ojalá la asociación siga evolucionando y ayudando a las miles de mujeres que están aún en una situación de riesgo. Por muy pequeño que haya sido el comienzo, está claro que cualquier gesto puede terminar generando un impacto gigantesco en el mundo a nuestro alrededor.
Laura Hermosa, es Estudiante de Doctorado en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, y parte de las comunidades de Jóvenes de Dominicos “Esnalar” de Oviedo.