No podemos ni debemos mirar a otro lado.
No podemos ni debemos caer en la más mínima omisión de evitar que vuelvan a suceder abusos de ningún tipo.
No podemos ni debemos dejar de cuidar y tratar de restañar el daño cometido en la Iglesia en los casos de abusos.
No podemos ni debemos tratar de hacer justicia con las víctimas de los abusos.
No hay más. Ni medias tintas ni medias formas.
Es execrable el daño hecho.
Hay que poner todos los medios para evitar que vuelva a suceder, con un doble modelo de intervención: cuidar quién y cómo está en contacto con menores y personas vulnerables en la Iglesia; y sacar cualquier elemento que en la cultura interna de la Iglesia pueda siquiera de lejos pudiera favorecer esas terribles conductas (clericalismo, cultura del dominio, etc.)
Ahora bien, eso es una cosa y otra mezclar churras y merinas:
El celibato no es el culpable de los abusos.
Hay muchos más sacerdotes, clérigos y religiosos que no abusan de ningún modo y que desprecian, rechazan y combaten los abusos, que los que los hayan cometido.
La Iglesia no es abusadora, aunque haya habido casos de abusos (como el resto de la sociedad no es abusadora aunque haya casos de abusos fuera de la Iglesia…).
Tolerancia cero y justicia con el abuso. Pero no confundir ni envenenar también.
Vicente Niño, OP