Los meses que hemos pasado y que seguimos pasando con esto de la pandemia nos han hecho reflexionar, si en la última “Llama” que escribí, me refería a aprovechar los momentos, hoy quiero hacer hincapié en encontrarse con el otro.
Este tiempo, nos ha hecho meternos en nuestras casas en el sentido físico y, puede ser, en nosotros mismos en el sentido espiritual. Muchos y muchas hemos intentado hablar con Dios durante este período, pero muchas veces ha sido para reprochar o pedir explicaciones a lo que estaba sucediendo, otras para pedir consuelo y ayuda, pero pocas (y hablo en mi caso) para generar un vínculo mayor. En este aislamiento que hemos vivido nos ha dado tiempo a reflexionar sobre preguntas muy humanas ¿cómo vivo en un piso tan pequeño? Y preguntas muy profundas…
Pero este aislamiento quizás nos haya servido para pensar y replantearnos que cuando volvamos a la normalidad, y parece que eso empieza a suceder, tenemos que encontrarnos con el otro. Y hablo de encontrarnos desde el más profundo de los sentidos. Encuentros verdaderos, cargados de hermandad y amistad. Encuentros profundos.
Hay que volver a ver al hermano que está siempre a tu lado, aunque no sea físicamente, con el que te acompaña en el día a día. Este es un encuentro sencillo, muy agradable y por supuesto, muy necesario.
También nos tendremos que encontrar con personas que lo necesiten y que, en principio, no tenemos más vínculo que lo que nos une por ser hijos de Dios.
Finalmente, y aquí me quiero detener, quizás ha llegado el momento de encontrarse con aquel o aquella con el/la que nos hemos distanciado, hemos discutido, nos hemos enfrentado, nos ha decepcionado. Quizás son momentos de reconciliación y de construcción de un mundo mejor. Puede ser que un encuentro sencillo, una buena cerveza en un bar conocido, cargado de preguntas sencillas, de cómo va la vida y poco más, pero quizás sea el primer encuentro de un posible puente que puede que nunca llegue a ser el que era pero que, sin duda, generará una gran satisfacción. Yo sé que este, es un encuentro difícil. Mientras lo escribo lo pienso y cuando lo pienso, no me gusta, me pongo nervioso, tenso y quizás por eso lo escribo. También cuando escribo pienso en hermanas y hermanos cercanos, entonces me alegro y probablemente no quiera escribirlo por lo que me digan (ya me perdonen).
Si conseguimos aprovechar el aislamiento para construir lo destruido, sin buscar culpables y buscando soluciones, este tiempo habrá tenido, dentro de la desgracia tremenda que ha sido, un punto positivo muy pequeño pero positivo.
Dioni F. Yáñez Voluntario de Selvas Amazónicas