El 23 de abril reúne muchas celebraciones en un sólo día y quizás la que más desapercibida pasa no es tanto la figura de San Jorge, sino lo que hay detrás de la figura de san Jorge.
Me refiero a su papel como caballero, como arquetipo y modelo de un determinado modelo de persona, enraizado profundamente en la fe y en la identidad occidental.
San Jorge en aquellos lugares de los que es patrón -como Aragón, la ciudad de Cáceres, o la misma Cataluña en esta nuestra España, pero en muchos otros sitios de esta Europa nuestra también- se celebra en clave folclórica y popular (lo cual está muy bien), ciudadana o política, y hasta religiosa (lo cual también está muy bien), pero pocas veces llega a trasladarse la figura del patrón de caballería que es, y que de alguna manera ejemplifica una determinada comprensión de Europa y del Occidente.
La defensa de la princesa y la lucha contra el dragón, el caballo, la lanza, la espada y el escudo, la cruz de cristo como bandera, son imagen y arquetipo de lo que una vez se comprendió era la mejor manera de ser. Ser caballero era el mejor modelo de ser.
La fe, el amor, la esperanza. El honor, la valentía, la gentileza. La fuerza, la épica, el servicio. La entrega, el arrojo, la generosidad. La distinción, la virtud, la lealtad. La honradez, la humildad, el señorío.
Y sigue teniendo un mucho de verdad que los valores y virtudes, las actitudes y aptitudes de San Jorge, el caballero, harían de nuestro mundo un mundo mejor.
Vicente Niño Orti, OP. @vicenior