«¿Por qué quienes confesamos que Dios creó este mundo
no nos hemos levantado en bloque en su defensa?»
Elizabeth A. Johnson, Rico en Misericordia (pág. 9).
Esta semana celebramos el Día de la tierra (el próximo jueves día 22). Como dijo alguien, chungo si hay que celebrar un “Día de”, algo no anda bien con ello. Y sí, efectivamente, mucho no funciona en este planeta que habitamos y por el que andamos cada una de nosotras mientras nos toca.
Obviamente algo no marcha correctamente y lo vemos con solo levantar un poco la mirada de nuestro ombligo. Fríos polares, calores exagerados, tormentas que arrasan, huracanes que atacan nuestros hábitats, etc… Y sí, siempre ha habido situaciones extremas de este tipo pero ya pocos niegan que nuestra mano, la del ser humano, pero sobre todo, nuestro modo de vida, consumista a lo bestia y despreocupado con lo que ocurre alrededor, están detrás de lo que sucede.
Estos días en los que se ha iniciado la primavera y el buen tiempo, y que se puede estar más tiempo al aire libre he podido andar por el monte y pasear por la playa y la pregunta que encabeza este artículo se me ha hecho presente. ¡Qué absurdo, no, que quienes creemos en un Dios creador de todo cuanto nos rodea no nos hayamos convertido, hasta ahora, en sus máximos defensores!
Es cierto que, desde San Francisco de Asís (como figura emblemática), siempre ha habido personas creyentes preocupadas por la naturaleza y el cuidado de la Madre – Hermana Tierra. Y que ahora, con la Laudato si’, del otro Francisco, el de Argentina, tenemos argumentos, también teológicos, para no pasar por alto que la Creación entera es un bien que hay que cuidar y proteger.
Pero vamos tarde. La tarea es grande y, Tierra solo hay una, al menos, por ahora.
Olivia Pérez Reyes