Hay actos que valen más que las palabras y el viaje del Papa a Irak, ha estado lleno de significado. Un viaje, que me ha recordado al testimonio de tantos misioneros, que acompañan día a día a las comunidades en sus luchas y alegrías, en tantas situaciones de violencia e injusticia, anunciando la fuerza del Amor, la esperanza y la confianza en Dios, que actúa, a través de la vida de aquellos, que buscan el bien común.
En este peregrinaje, el Papa ha querido escuchar y acompañar el sufrimiento causado por tanta violencia, dejando un mensaje de esperanza, justicia, diálogo y paz. Un viaje donde ha rezado por tantas víctimas de la violencia, y nos ha animado a rezar para vencer la desesperanza.
Francisco ha abrazado a la comunidad, que se ha visto muy mermada, debido al éxodo en 2014 y les ha agradecido su compromiso con los más pobres, respondiendo a tantas necesidades concretas. Después del calvario dónde tantos hermanos han sido heridos por dentro y por fuera, Francisco decía: “Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel”.
Animó a hacer vida la fraternidad, caminando juntos: “Dejémonos contagiar por la esperanza que nos anima a reconstruir y empezar de nuevo. Y, en estos tiempos duros de pandemia, ayudémonos unos a otros para fortalecer la fraternidad, para construir juntos un futuro de paz.”
Recalcó la importancia de dar voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz. Pidiendo que se acabara la violencia, los extremismos e intolerancias; que se dé espacio a todos los ciudadanos que quieren construir juntos este país, desde el diálogo, desde la discusión sincera y constructiva que se comprometen por la reconciliación y están dispuestos a dejar de lado sus propios intereses, por el bien común.
“Nosotros creyentes no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión”. El Papa habló de la tentación de huir o de buscar la venganza, pero eso no lleva a ninguna solución. “La paz no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad”. Jesús cambio la historia, con la fuerza del amor y a eso nos llama a dar testimonio con nuestra vida, de ese Amor. Llamó a la valentía y recordó que el perdón es necesario para permanecer en el amor.
Belén Sánchez Gil, voluntaria de Selvas Amazónicas