Hoy toca celebrar, porque estamos a un año de que el Papa Francisco publicara una carta de amor. ‘Querida Amazonia’ salía, por fin, como manera de continuar el camino sinodal que había empezado en 2018, precisamente en Puerto Maldonado, en medio de los pueblos indígenas y de los misioneros dominicos.
En su presentación, los periodistas repitieron la misma única pregunta: si se iba a permitir la ordenación diaconal de mujeres o la ordenación sacerdotal de hombres casados. Además, este documento fue eclipsado rápidamente por la pandemia, pero quizá sea esta la situación en la que haga más necesario fijar nuestros ojos en pueblos vulnerables y en la vida de quienes habitan el bioma amazónico. Allí, en ocasiones ir a un hospital cuesta varios días: ¿cómo responder ante una crisis que exija conectar al paciente a un suministro de oxígeno?
Perú ha sido uno de los países con confinamiento más duro y, sin embargo, con mayor número de casos en relación a su población. Al final, llegó un momento en el que muchos tuvieron que elegir entre comer o arriesgarse a enfermar saliendo de sus casas a trabajar. Brasil, el estado con mayor superficie amazónica, es uno de los que peor ha gestionado la crisis del coronavirus con un presidente negacionista. Por poner dos ejemplos del lugar. En este tiempo, además, muchos han aprovechado para realizar de manera clandestina actividades ilegales. Por ejemplo, la minería de oro con toda la desertificación que supone.
Hoy, más que nunca, se impone la necesidad del cuidado de nuestros ecosistemas. Estamos a miles de kilómetros de este gran bioma, que no es el pulmón del mundo pero sí una de las más privilegiadas fuentes de biodiversidad, y quizá no tendremos una responsabilidad tan directa como quienes están allí. Pero… ¿de dónde sale lo que cómo, dónde están los monocultivos de soja que alimentan al ganado? O, ¿de qué madera son los muebles de usar y tirar? ¿De dónde sacan los metales -como el oro- que hay en nuestros móviles?
Y ya, dentro de nuestras realidades eclesiales, ¿qué podemos aprender de la Amazonia? Se me ocurre, al menos, una aplicación muy directa. En nuestro país con grandes extensiones de ‘España vaciada’, la Iglesia ve muy difícil llegar pastoralmente a ciertos lugares. Aun así, ni punto de comparación con algunas comunidades que allí reciben la visita del misionero una o dos veces al año, como mucho. ¿Acaso no es el momento de ser proféticos en nuestra ‘pequeñez’?
Pero quizá lo más importante de esta exhortación, que no es más que un punto en un caminar de la Iglesia amazónica, sea que certifica la importancia de la Ecología Integral para todos los que nos llamamos católicos.
Asier S.B.