Durante mi tiempo de misión, en Puerto Maldonado, conocí a un chico que me llamó la atención. Quedamos a dar una vuelta, nos vimos un par de veces, a lo que recibí el consejo: “Sergio, recuerda dónde estás”.
Al año siguiente, de prácticas de magisterio en un colegio que podría ser cualquier concertado católico, hubo un conflicto que descubrió un caso de acoso a un niño. Como intervención tutorial a raíz del caso del niño, planteé una charla sobre contenido LGTBIQ+ con el objetivo de normalizar la diversidad en el aula. No me sorprendió ser reprendido por el equipo directivo: “Sergio, recuerda dónde estás”.
Hace bastante poco, en el rodaje de un famoso programa de citas, mi madre, preocupada por mí me dijo: “Sergio, ten mucho cuidado, recuerda dónde estás y que mucha gente te ve”.
¿Y bien? ¿Dónde se supone que estoy? ¿Qué es eso tan importante que tengo que recordar? ¿Cuáles son esas características de mí que no puedo mostrar porque el entorno no es favorable?¿A quién voy a molestar?
Cuando escuché esas frases me quedé callado. Hoy sé que estoy en un lugar en el que todos somos distintos y a pesar de ellos nos empeñamos en ser iguales. En un lugar en el que ante la novedad y diferencia criticamos en vez de conocer. Y por eso al recordar el lugar donde estoy, veo con más claridad cada vez que mi misión es ser quien soy y vivir mi realidad de forma natural.
¿Y como cristianos? Recuerdo con cariño un encuentro del MJD en el que hablábamos del “compromiso social del cristiano”, esa parte de nuestra Fe que nos dice que tenemos una responsabilidad para con el mundo. ¿No forma parte de esta responsabilidad luchar por la igualdad y la diversidad? Pues eso: recordemos cada día dónde estamos, y hacia dónde vamos.
Sergio Pérez.
Voluntario de Selvas Amazónicas.