En estos días de encierro me vienen a la cabeza muchos momentos de los veranos pasados fuera, en la Misión. Y es que del mismo modo que cuando salgo fuera a la Misión encuentro de manera natural y fácil mucha paz lejos del ajetreo diario de aquí, también estos días me siento muy en paz y en sintonía con Dios, en esta vida sencilla y natural; como cuando estoy en Perú, Guinea, RD, Camerún o Ecuador.
Siempre decimos en Selvas en la formación, que es fundamental vivir la vida como Misión. En este encierro fruto del COVID-19, no faltan llamadas de atención que nos llevan a dar respuestas cada día llevando luz y esperanza a los que nos rodean. Muchos cerca de nosotros están viviendo situaciones de dolor y desánimo y ahí es muy fácil si ponemos nuestra mirada ver a Dios en aquellos que necesitan una llamada, un mensaje, una oración, unas risas… A veces toca llevar consuelo, otras poner un poco de humor en el chat, otras frenar la impaciencia de alguno transformándola en oportunidad. También a veces entender la incomprensión que algunos expresan ante lo que está pasando y simplemente escuchar y darles aliento y mostrarles que siempre hay motivo para la esperanza y que no estamos solos; también en ocasiones nos toca mostrarnos débiles y pequeños, sin respuestas para algunas preguntas, tal como somos, frágiles, pero sostenidos por la esperanza en Dios siendo además conscientes de que ÉL vive esto con nosotros, a nuestro lado. Misión es también intentar al asomarnos al aplauso en la ventana buscar la mirada de un vecino y darle con ella un abrazo que es preocupación por él, y a la vez alegría al saber si se asoma, que está bien.
Este confinamiento me ayuda a poner mi mirada en los demás, y también concentra mi mirada en ÉL. Al inicio y al final de la intensa jornada de teletrabajo, todo está en calma. Y en ese momento, a solas con Dios, con las esperanzas y preocupaciones, con las buenas noticias el día y las risas compartidas– que también siempre las hay -, elevo mi mirada a DIOS, Padre y Madre, agradecida por lo afortunada y querida y cuidada que me siento y serena sabiendo que ÉL nos cuida y nos ayuda a ser luz y esperanza para todos.
Escribo esta reflexión en Domingo de Ramos y acabo de escuchar al papa Francisco invitándonos a todos a no pensar en lo que nos falta si no en el bien que podemos hacer. Desde el Contemplad y Dad lo contemplado, con la alegría del Resucitado, descubramos a qué misión nos llama Dios en estos días de recogimiento; y desde ÉL, todo será más llevadero.
Carmen Calama, Voluntaria de Selvas Amazonicas