El viernes pasado salí por primera vez en una semana de casa. Con guantes y mascarilla, más para evitar cualquier posibilidad de contagio que por miedo a contagiarme. Una hora y media después, volvía a casa con dos cosas: la compra para otra semana y un enfado supino.
Nada más salir: una fila de seis personas fuera de la panadería del al lado de mi casa, esa en la que normalmente no hay ni 2 personas a la vez. Parecido en la frutería. Avanzo un poco, y dos dueños de perro charlando, por supuesto sin distancia de seguridad, e imagino que los perros con agujetas.
La escena de los perros se repitió mucho, muchísimo. Mucha gente que salía con una bolsa de la compra (vacía) bajo el brazo, la gran mayoría iba a comprar. Otros pocos, a dar un paseo. Poco después me encontré una panadería, quince personas haciendo cola.
Por fin llego al Mercadona. Ahí, un diez para los trabajadores. Todas las cajas abiertas para agilizar la compra, y las líneas pintadas para guardar la distancia de seguridad. Un mensaje por los altavoces del centro pidiendo que la gente no haga acopio (seguía sin casi haber papel higiénico, por cierto). La mayor parte de la gente guardando la distancia de seguridad. Pero no todo el mundo. Unas pocas personas que hacían oídos sordos a las indicaciones de los trabajadores y no respetaban las distancias de seguridad, ¡y eso que las líneas estaban pintadas en el suelo! Con el agravante de que casi todas esas personas pertenecen a grupos de riesgo.
A la vuelta, más de lo mismo, perros que en su vida habían salido tanto a pasear y dueños que aprovechaban el momento para estar de charla, y algunas panaderías con más gente comprando el pan que en un día normal.
Esto no es broma, la responsabilidad es de todos, y los médicos ya nos han explicado cómo funcionan los contagios. Si hay gente que sigue empeñada en practicar la picaresca, se volverá contra nosotros. Serán responsables de muertes y de que mucha gente vaya al paro por alargar el parón.
Asier Solana