Es de sobra conocido que la etimología de crisis está relacionada con cribar, discernir y aprovechar.
Hablamos de que, al final, casi cada cualquier situación crítica que se nos presenta, nos exige un posicionamiento personal, un enfoque, situarse de un modo u otro. Y en función de esa manera de afrontar las situaciones, estas serán o bien las que se adueñen de nosotros, o nosotros de ellas.
El estoicismo clásico –que tanto influyó en la espiritualidad cristiana- hablaba de la importancia de ganar la libertad, de no ser la vida la que nos viviera, sino de ser capaces de dominarnos y dominar las situaciones para ser realmente nosotros mismos. Aprovechar las pasiones y encauzarlas con las virtudes –fortaleza, templanza, prudencia, justicia- para dar sentido a eso del vivir conforme a un sentido y un proyecto: ser cada vez más libre, vivir cada vez más desde el amor, tener una vida cada vez más plena, dar vida a los demás y no sólo vivir para uno mismo.
Todo eso me resuena ante esto del Coronavirus y la situación que los medios y las reacciones de alarma nos están enseñando en nuestras calles.
Me parece que tienen mucho sentido las llamadas a la prudencia y al sentido común en esta situación, pero hay que superar incluso eso, para dar un mayor sentido a lo que vivimos. No serán –como siempre- las administraciones públicas las que nos solucionen esto, pues siempre llegan tarde, mal, a medias y sin claridad del cómo, por qué y cuándo hacen lo que hacen. Esto, como siempre, no lo arreglará los políticos, sino la gente de la calle con su manera de estar unos con otros.
La Crisis del Coronavirus como una oportunidad –para un tiempo de silencio, de parar, para mirar más allá de uno mismo y pensar en los otros, para tratar de dominar el miedo y los instintos superándolos con la razón y la compasión, para tratar de reevaluar lo realmente importante en medio de los empujes de una sociedad consumista y egoísta- o como una catástrofe que nos lleve a lo peor de la condición humana –el egoísmo, la violencia, el miedo, el aislamiento solipsista, la irracionalidad-.
Vicente Niño, OP