El pasado 8 de marzo como día internacional de la mujer trabajadora, pudimos ver numerosos mensajes y reivindicaciones por la igualdad de género. Entre los conceptos que más me gusta y que aparece a principio de los 90 es “women’s empowerment” .
El empowerment se refiere a: los procesos por los cuales se aumenta la participación de los individuos y las comunidades mediante el desarrollo de una confianza en sus propias capacidades y acciones, junto con el acceso al control de los recursos, la representación en los cuerpos de toma de decisiones y la participación de los procesos de planeación. El origen de la filosofía del empowerment se encuentra en el enfoque de la educación popular desarrollada en los años 1960 a partir del trabajo de Paulo Freire. El enfoque participativo surge en el campo del desarrollo de los años 1970; y consiste en “un proceso de reducción de la vulnerabilidad y en el incremento de las propias capacidades de los sectores pobres y marginados, que conduce a promover entre ellos un desarrollo humano y sostenible.3”
Esta filosofía también se introdujo en la Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing (Pekin) en 1995 para referirse al aumento de la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones y acceso al poder, denominado “empowerment femenino”.
En en el ámbito de los derechos humanos se ha trabajado mucho desde este enfoque. Donde el cambio hacia una sociedad igualitaria parte de que las mujeres tengan el sentimiento de “empowerment”, que realizan un cambio dentro de sus familias y juntos en la sociedad. Desde esta perspectiva el empoderamiento, implica:
a) Aumento de la confianza en sí mismas (“poder propio”).
b) La organización autónoma para decidir sobre sus vidas y sobre el desarrollo que desean (“poder con”).
c) La movilización para identificar sus intereses y transformar las relaciones, estructuras e instituciones que les limitan y que perpetúan su subordinación (“poder para”).
Este término en ocasiones ha perdido su importancia, ya que a veces nos vamos al extremo. Al traducir al castellano “empoderamiento” puede llevarnos a una connotación diferente, parece que alguien tiene que darle poder a otro cuando lo positivo en el
“empowerment” es que ya venimos con esa capacidad. “El poder”tiene como parte negativa la superioridad y no es a lo que queremos llegar.
Parece que no fue hasta finales del siglo XX cuando fuimos consciente lo importante que eran saber nuestras capacidades para el bien común. Pero si nos vamos a la Biblia podemos leer la cantidad de personajes, con diferentes características y capacidades de las que Jesús se rodeaba. Y todas eran necesarias.
En su Palabra encontramos “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo” Corintios 1. 12:12
¡Dios nos hizo únicos! Y creo que somos poco conscientes de este hecho. El reconocernos hijos de Dios y conocer los dones que nos ha dado nos permite transmitirlos a los demás. Gracias a esto la sociedad puede sentirse comunidad, sin ver la “diferencia de sus miembros” y por tanto no encontrar desigualdad. Nadie es más que nadie y TODOS somos hermanos.
Trabajemos el proceso de “empowerment” por el cual las personas fortalecemos nuestras capacidades, la confianza y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos. Esto es lo que Jesús nos enseñó y como cristianos tenemos que luchar.
Belén Rodríguez Román.