Esta es la última vez que hablo de ciencia ficción en mucho tiempo, que bastante literatura tenemos últimamente en las noticias. Así que no podía dejar de mencionar al más grande de todos. Verne no, el otro. Sí, hablo de Isaac Asimov.
Este genio redactó, a través de su extensa obra literaria, una historia del futuro. Y, como muchos otros, aquello que imaginó se ha convertido en fuente de inspiración para el propio avance de la técnica, que todavía hoy busca construir robots con inteligencia artificial. Si lo conseguiremos, y cuándo lo conseguiremos en caso de que sí, es otro cantar.
Una de las preguntas más fascinantes de sus novelas es: ¿Qué pasaría si el ser humano fuera capaz de colonizar otros planetas en nuestra galaxia? Y la respuesta no sorprende: pronto empezarían a surgir desigualdades. Frente al bienestar de los nuevos mundos colonizados, un planeta Tierra hipercontaminado en el que las personas se ven obligadas a vivir bajo tierra. Frente a planetas con tecnologías que les permiten vivir 400 años, terrícolas que apenas llegan a los ochenta. ¿Acaso unos y otros son igualmente humanos? La respuesta, en los libros.
Y, sobre todo, la robótica. Asimov, que también era científico, es el gran precursor a la hora de pensar en la inteligencia artificial. Más aún, se ocupa, y mucho, de la pregunta sobre si algún día los seres humanos podríamos ver y tratar como iguales a los robots, y si eso estaría justificado. Por de pronto, desde la literatura enunció las tres leyes de la robótica, que son las que permitirán evitar un futuro como el de ‘Terminator’.
La ciencia, cuando se le baja del pedestal de la autosuficiencia, se le pone imaginación y ética, es mejor.
Asier S.B.