Hoy están de moda el ocio, el disfrute y la diversión, ¡cosas muy saludables, sin duda! Vamos al cine, salimos de fiesta con los colegas, «cerveceamos» entre amigos, seguimos a @curiosidades_academicas en Instagram…
Sin embargo, ¿terminamos de ser felices a base de buenas experiencias? ¿Son exactamente lo mismo la diversión y la felicidad? My humble opinion es que el ambiente general tiende a idealizar el ocio, el placer, la comodidad o cosas similares: nos anima a basar nuestra felicidad en máximas/aforismos/sentencias/apotegmas como «Tomáte un respiro», «Porque tú lo vales» o «I’m lovin’ it».
Pero en el fondo seguimos inquietos: ¿dónde han quedado aquellas memorables vacaciones de verano?, ¿por qué después de siete mil billones de cocacolas sigo sin encontrar la paz interior?, ¿para qué tantas barras libres si luego llega la «rutina-nuestra-de-cada-día» (como concepto) y, por ende, todos los agobios, prisas y cansancios que ello conlleva? Comprobamos entonces que la publicidad, a pesar de sus innumerables ofertas y promesas, no nos termina de satisfacer. ¿A qué seguir tras esa anhelada felicidad plena si nunca llega del todo?
Numerosos autores «en plan bien» (esto es, con óptima calidad de pensamiento y admirable cúmulo de experiencia vital) aseguran que el objetivo último de la vida no puede ser la diversión sin más. Esperar al finde para ser feliz, desear que llegue ese ansiado viaje o estar flipando con que el curso se alargue tanto son cosas comprensibles, pero si sabemos mirar más allá de lo próximo o inmediato, quizá cambie toda nuestra perspectiva.
La diversión y el descanso son cosas necesarias, pero no las únicas ni las más importantes. De hecho, la vida también tiene sus momentos de decepción e insatisfacción. Son solo llamadas de atención: seguramente no estemos planteando bien las cosas. ¿Tan pronto nos hemos cansando de la aventura de vivir, y vivir en plenitud? Tal vez la clave sea ver qué elementos de nuestra vida nos humanizan más (ganar en autenticidad, esperanza y amor) y, por tanto, nos acercan más a Dios; y cuáles, en cambio, nos van deshumanizando poco a poco, incluso sin que nos demos cuenta…
Todo se vuelve más asequible y gratificante si vivimos la vida no como una continua búsqueda de entretenimiento, sino como un gran entrenamiento para un «superpartido» (jugado incluso más allá de la muerte…). Y esto sucederá si todo lo que hacemos se enfoca desde y hacia un ideal superior, como pueda ser ganar nuevas habilidades, formarnos culturalmente o, sobre todo, seguir nuestra propia vocación (cada uno, la que tenga). No basta con pensarlo o imaginarlo: ¡hay que ponerse desde ya manos a la obra!, con la certeza de que estaremos caminando a la felicidad suprema, aunque no siempre las cosas nos molen mogollón.
La sola pregunta necesaria, el único problema de tu existencia: «La vida, ¿entrenamiento o entretenimiento?».
Fr. Bernardo Sastre Zamora, O. P
Fray Bernardo Sastre es fraile dominico estudiante. Físico y músico, en redes sociales lo tenemos como @curiosidades_academicas. Actualmente vive en la casa del Estudiantado de los Dominicos de Valencia donde desarrolla su proceso de formación con los estudios de Teología.