El pasado día 20 celebrábamos el día del DOMUND, día dedicado a la misión y a los misioneros del mundo. El Papa Francisco amplió este día, extendiéndolo a que este mes de octubre fuera “el mes misionero extraordinario”.
Recuerdo cuando en el colegio ese día hacíamos manualidades en torno a la pobreza, nos ponían videos de otros niños generalmente negritos y desnutridos, venían a hablarnos misioneras mayores y entrañables y, pedíamos con nuestra hucha “por los niños pobres”. Y aunque todo lo hacíamos con la máxima ilusión, esa pobreza nos quedaba tan lejana.
Creo que no fui consciente de lo que realmente era la pobreza hasta que un profesor nos hizo la siguiente dinámica: dejó repartido por el suelo una bolsa entera de sugus (esos caramelos que nos daba a modo de premio cuando hacíamos las cosas bien) y al darnos la vuelta, nos dejó actuar. ¿Qué pasó? Salimos corriendo a coger todos los caramelos, ¡no quedó ni uno! Algunos niños tenían las manos llenas, otros se los quitaban al otro, otros no pudieron coger ninguno, otros se conformaban con unos pocos y otros con uno. Después el profe nos hizo la siguiente reflexión: “¿Cuantos caramelos tenéis?, ¿os habéis dado cuenta que algunos se quedaron sin nada?”. En esa inocencia de niños, rápido salió el repartir equitativamente. En ese momento era más importante llevarte bien con toda la clase y cuidar a tus amigos que tener muchos caramelos. Creo que entendimos a la perfección el mundo en el que vivíamos.
He vuelto a tener esta experiencia pero desde otras partes del mundo y esta vez mis profes eran las hermanas misioneras. Compartiendo temporadas con ellas conocí lo que era acercarse a todo el mundo, sin distinción, sin juzgar, simplemente estar. Vivían sintiendo que el de al lado es Hermano, con lo cual, como nos pasaba de niños, era sencillo saber la necesidad y compartir. Probé a hacer lo mismo, compartiendo tiempo con gente de diferente cultura a la mía y la verdad que…¡cuanto recibí! Tantos amigos con lo que me veo en la necesidad de compartir.
Hasta que no sentimos que todos somos Hermanos y que vivimos en una Casa común, es difícil que nos responsabilicemos de la realidad en la que vivimos. No es solo dar y recibir, no es solo la hucha de pedir, sino el dar desde el compartir de hermanos. En este mes de misión, ¿tienes algo que compartir?
Belén Rodríguez Román