El 8 de marzo está marcado por una palabra: MUJER. Huelgas, manifiestos, manifestaciones y un sinfín de actos públicos y anónimos llenarán la jornada donde se expondrán, una vez más, las problemáticas que afrontan las mujeres por el hecho de serlo.
Como cristianos, como creyentes, tenemos que secundar y apoyar estas iniciativas, vistas siempre a la luz de Jesucristo. Él nos trajo una forma de vida, una forma de ser en la sociedad en la que no existían abismos entre las personas. Si indagamos, un poco al menos, la Escritura, descubrimos que Jesús tuvo un comportamiento extraordinario con las mujeres: las respetaba, veía en ellas una dignidad igual a la del varón, tenía discípulas… y es que su actitud hacia la mujer fue totalmente rompedora, en tanto que las empoderó.
Hay que ser muy insensato para que, siendo creyentes en el Dios que Jesucristo nos muestra en la Escritura, se ahonde en el abismo entre varones y mujeres. Si así fuere, estaríamos despreciando una de las verdades más bellas, a la par que profunda: «ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hay ya más varón y mujer, porque todos somos uno en Cristo (Gal 3, 28)».
Fr. Ángel Fariña, OP