Es parte esencial de la vida espiritual, bajo cualquier modo. De aquí su importancia radical, del cariño que debemos poner en ella y del tiempo que le debemos dedicar, tanto de forma personal, como comunitaria. Yo podría decir mil cosas sobre la oración, de ese momento en que todo parece que cobra un sentido profundo, del que todo se hace fácil.
Pero no podemos caer en sueños lejanos. La oración como la vida espiritual no la podemos vivir tan solo en unos momentos determinados de la vida, de nuestro día a día.
La persona que vive desde su realidad espiritual está muy lejos de la rutina, del desánimo, de la tristeza, de utilitarismo, del perder el tiempo, del miedo…
Mantiene los pies sobre la tierra, teniendo una mirada profunda y real sobre la realidad. Con una sensibilidad fuerte, pero con la fuerza y el valor necesario para actuar.
Rocío Goncet, OP