El pasado fin de semana se ha celebrado en València la XXXI edición del Fòrum Cristianisme i Món d’Avui que este año ha tratado el tema de la espiritualidad bajo el lema “Espiritualitat y alliberament” (Espiritualidad y liberación).
Quiero centrarme en la ponencia de Enma Martínez Ocaña, teóloga e historiadora, por estar en esta semana en la que estamos, acercándonos a la celebración del segundo #8M desde el inicio de la “revolución” o como algunas ya lo llaman, el comienzo de la Cuarta Ola del feminismo.
En su conferencia, Martínez Ocaña, afirma: “tenemos una espiritualidad contaminada y empobrecida, entre otras cosas, por el dualismo cuerpo-espíritu. Por eso, la liberación a la que aspiramos tiene que ser social, política, religiosa, económica, etc.”.
Como somos seres con muchas dimensiones, es necesario que la liberación alcance a todas ellas. Necesitamos liberarnos, explica Martínez Ocaña, “de todo lo que nos dificulta e impide ser lo que estamos llamados a ser: somos seres en relación y vivimos junto a otros y otras”.
– la liberación tiene que ser personal: somos un cuerpo físico, psíquico, relacional,… Nada de lo que nos ocurre, ocurre fuera de nuestro cuerpo. Por eso, la espiritualidad tiene que alcanzar todas las dimensiones de nuestro cuerpo espiritual;
– somos seres políticos. Todo lo que hacemos y pensamos es política. El ser humano vive en la polis, que hoy es el mundo, la Casa común, y está obligado a cuidarla y construirla;
– somos seres espirituales. Tenemos que desarrollar nuestras dimensiones éticas, estéticas, utópicas… y con ellas, todos los elementos que nos ayudan a trascender, salir de nosotros mismos.
La teóloga, formada en la escuela de la Teología de la liberación con el ahora fraile dominico Gustavo Gutiérrez, nos animó a tener una “conciencia lúcida de lo que pasa a nuestro alrededor y a liberar nuestra mente del colonialismo cultural, sin el que no será posible ninguna liberación espiritual”.
Finalmente, nos animaba a vivir la liberación al estilo de Jesús que en su bautismo se descubre hijo y amado y ya no regresará a su vida cotidiana, sino a una vida que hace de las periferias su centro: frente a la oración diaria que proclamaban los judíos de su tiempo, Jesús pone en el centro a las mujeres, paganos, pobres y enfermos.
A punto de iniciar la Cuaresma y en la semana en la que conmemoramos y reivindicamos la igualdad (individual, social, eclesial, política, de oportunidades) para todos los seres humanos sobre la tierra, no estaría mal que dediquemos un rato a pensar cuáles son las liberaciones que tengo que profundizar en mi vida, en mi entorno, en la vida de las personas con las que me relaciono y cuáles las que quiero seguir reclamando y construyendo para el resto de seres, humanos y no humanos, que pueblan, la Casa común.
Olivia Pérez