Ha llegado la hora de volver de un modo radical (es decir desde la raíz) al Evangelio, a la verdad del ser humano concebido como proyecto de fraternidad en la diversidad y a la tarea profética de la Iglesia como signo y anticipo de un “reino” donde prevalezca ante todo y sobre todo la dignidad del ser humano. ¿Qué sentido tiene sino celebrar la navidad?
El Dios niño, pequeño, indefenso, sigue naciendo en las pateras, en los campos de refugiados, en las fronteras de alambres y vallas, en la periferia de nuestras ciudades, en nuestros colegio y ciudades, entre los excedentes humanos, bajo las bombas (siervas mezquinas del lucro). Si Dios, terca y pacientemente, se empeña en seguir encarnándose (es decir, haciéndosehumano, carne y espíritu), ¿acaso no hallegado la hora de desahuciar a los bancos, de desarmar los ejércitos, dederribar las fronteras, de celebrar lo diverso, de desobedecer al ‘sábado’ (¡cualquiersábado!), de quitarnos las armaduras, de abrir los hogares y los corazones, de fundirnos en un cálido abrazo que englobe todas las razas y lenguas y religiones?
Es la hora del anuncio inseparable de la denuncia. Es la hora de los gestos proféticos y firmes, que han de acompañarlas homilías y oraciones. Ha llegado la hora de darnos por aludidos, desentirnos afectados y concernidos. Nuestra fe no puede ser un discurso teórico carente de una exigencia práctica; una fe coherente y comprometida. Ha llegado la hora de una ruptura para transformar y cambiar, para reorientar nuestro camino. Es el momento de la conversión a la que Dios nos invita.
¿Qué sentido podría tener aclamar a Juan el Bautista y no escuchar sus palabras: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»?
Y ¿qué sentido puede tener aplaudir al Papa Francisco y no oír sus repetidos gritos: «Pensad en los más pobres. Pensad en los que no tienen lo suficiente… Distribuid vuestros bienes con ellos… Dadles parte de forma programada y sistemática… Mirad un poco alrededor... ¿No sentís remordimiento de conciencia a causa de vuestra riqueza y abundancia?»