Durante estas fiestas navideñas causó un tremendo revuelo mediático en Alemania la homilía de un fraile dominico. Varios dirigentes de la democracia cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, que asistieron a la eucaristía calificaron la homilía como un mitin de los ‘JUSOS’ (las juventudes socialistas). Estaban indignados porque en la homilía se hizo referencia a la situación de los palestinos, a los despropósitos del Sr. Trump, a los desmanes de un capitalismo depredador fuente de tanto dolor y muerte, a la tiranía del pensamiento único, al deber ético y cristiano de acoger a los refugiados… Y todo ello porque se estaba celebrando que Dios nace pobre para dar esperanza a los desheredados, a los últimos, a los perdedores… ¡Horror!
Resulta sorprendente que sean precisamente aquellos que llevan en su nombre el adjetivo de ‘cristianos’ los que pongan el grito en el cielo (o mejor dicho, en los medios) porque el sacerdote se dedicó a “hacer política desde el púlpito”. ¡Y la religión es otra cosa!
Qué duda cabe que una cosa es la religión y otra la política. Pero también me parece incuestionable que el Evangelio, en el momento que queremos ponerlo en práctica, hacerlo vida, tiene innegables y radicales (de raíz) consecuencias políticas. En el Evangelio está implícita una forma de vivir y de convivir, una manera de organizar nuestra sociedad, una manera de hacer política.
Y todo ello me llevó a pensar que esos políticos que se califican de demócratas y cristianos, es posible que hasta hayan estudiado en un colegio cristiano. Y caí en la cuenta de que yo era profesor en un colegio católico (es decir, cristiano). ¿Nuestros alumnos también llegarán a pensar que el evangelio nada tiene que ver con la vida, con la ‘polis’?
Así que fui a la página web de la Fundación Educativa Santo Domingo y busqué allí donde se habla de ‘Nuestra Identidad’ y, en concreto, de ‘Cómo Pensamos’, para ver qué tipo de personas queríamos formar. Ahí se dice, entre otras cosas:
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Una educación que promueva el estudio crítico… La búsqueda de la verdad…
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Hacer alumnos responsables de su entorno social…
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Educación democrática, participativa, fraterna…
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Valores evangélicos…
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Educación para el servicio…
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Que forme jóvenes solidarios…
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Desde la compasión y la misericordia…
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Una espiritualidad encarnada en la historia…
Lo cierto es que suena bien, muy bien. Qué duda cabe que ese es el estilo dominicano y, por supuesto, evangélico de educar. Pero, ¿hay algo más con lo que como dominicos/as podamos condimentar esa propuesta educativa?
Me atrevo, con temor y temblor, a añadir alguna otra cosilla que voy sólo voy a enunciar… así, casi susurrando:
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Y si educásemos para la desobediencia (a causa de nuestra obediencia Él, claro)…
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Lucidez. Me refiero a esa lucidez que duele porque toca el dolor mismo de la vida y de las personas… Porque saber ver más allá de las apariencias… Porque se atreve a decir, aunque tenga consecuencias…
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Una educación que ayude a ‘salir de los armarios’, de cualquier armario…
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Una pizca de irreverencia ante el poder y los poderosos…
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Un poco de lo ‘políticamente incorrecto’…
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Y como no, la verdad como búsqueda arriesgada e incómoda.
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Perder para ganar. Seguir a Jesús significa aceptar que nos vamos a desclasar, que voluntariamente nos apuntamos al bando de los perdedores, de los excluidos, de los que no encajan en el sistema de la ‘excelencia’ y los ‘excelentes’.
Aunque, claro, no sé si esto obedecería las directrices del marketing educativo.
Fr. Ricardo Aguadé, OP