Con tan sugerente título me reencuentro con una preciosa obrita -apenas 100 páginas- a modo de introducción y divulgación del pensamiento de santo Tomás de Aquino. Publicada por la Editorial San Esteban de los Dominicos de Salamanca, la obra escrita por un alemán, Hans Conrad Zander, está construida sobre dos partes, una pequeña introducción -amena, ágil, ligera- con un resumen de la vida del eximio fraile dominico y con una visión general de su pensamiento; y una segunda parte original y sugerente, en que a modo de entrevista el autor entresaca de las obras de santo Tomás citas breves -una frase, dos, un párrafo a lo sumo- con los que ilustrar cuestiones de interés actual y perenne.
Más allá de la obrita -un buen regalo para gente joven, una buena introducción con la que perder el miedo y acercarse al Doctor Angélico, una visión ligera y divulgativa de un cierto tomismo actual, renovado y… ¿por qué no? un tanto posmoderno– es sugerente por lo que significa de volver a mirar a santo Tomás de Aquino. Zander lanza una crítica y una idea que a mi juicio son realmente buenas. Como crítica sostiene que la pérdida casi total del estudio de santo Tomás en la Iglesia es tan tamaña estupidez como cuando sólo se estudiaba al Aquinate y sólo se buscaba en él conocimiento, despreciando otras teologías o filosofías -cuando no condenándolas…- que también ayudan a la comprensión del hombre, del mundo y de Dios. Y lanza como idea el que, aunque la armazón total de la Suma Teológica quizás no se sostenga ya como un todo en nuestro mundo -el argumento de autoridad que santo Tomás constantemente utiliza recurriendo a los santos padres y a eximios filósofos, y la exégesis bíblica medieval al margen de la científica exégesis moderna, hacen de la obra algo quizás difícil de acoger hoy- no por éso deja de haber un inmenso caudal de sabiduría, de conocimiento, de sentido común, de filosofía y teología de la buena en su obra. Quizás es el momento de en vez de acercarnos a la medieval a santo Tomás -es decir, como un bloque, como un sistema cerrado, como un todo interrelacionado- acercarnos a él a la posmoderna, es decir, fragmentando, seccionando, descubriendo la sabiduría concreta que transmite. Desde luego que no se trata de falsearlo ni de manipularlo, no se puede ni se debe hacerle decir algo distinto a lo que dice, sería más bien descubrir la inteligencia del tomismo concreto, lo que santo Tomás de Aquino puede decir al mundo de hoy a la manera del mundo de hoy.
Y que a mi juicio es mucho. El Aquinate es una inmensa fuente de inteligencia, de razón, de sentido común. Su idea del hombre, su forma de ver la complementariedad de la teología, la filosofía y la ciencia, las relaciones entre fe y razón, su búsqueda de la felicidad de la persona, su poner en su lugar justo la Iglesia y la obediencia, su actualísima visión de la moral, la sexualidad, las virtudes humanas, su acertadísima visión de la justicia social, la economía, la política, la democracia, sus hondísimas reflexiones teológicas… son cosas que parecen extraordinarias viniendo de un hombre del siglo XIII, son de una actualidad y de una modernidad que parecen casi revolucionarias, y que sin embargo son valores de la Iglesia que están ahí desde siempre.
Creo que lo menos que puede decirse de santo Tomás de Aquino -y ya sólo por eso valdría la pena acercarse a él- es que es un hombre inteligente. La inteligencia de quien se acerca a la fe quitándose el sombrero y no la cabeza -como diría GK Chesterton-, la inteligencia de quien no renuncia al sentido común a la hora de pensar en Dios, la inteligencia de quien sabe que Dios es una vía de felicidad para el ser humano y que como tal hay que pensar en ambos, en Dios y en el hombre, buscando la felicidad que es a lo que está llamada toda persona, sólo que ésta no puede alcanzarse sin Dios, la inteligencia de quien sabe que el mayor pecado es la estupidez humana.