Faltan nueve días para que concluya la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos que, como sabemos de sobra, trata sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. La página web oficial de dicha Asamblea nos tiene informados de todos y cada uno de los pasos que se han ido dando hasta el momento. Otrosmedios también informan como, por ejemplo, la Revista Ecclesia. En uno de sus números, en versión digital, el Cardenal deBarcelona Juan José Omella afirmaba que “los jóvenes deben ser acompañados, nodirigidos”.
No sé a qué conclusiones llegará el Sínodo -en su día se sabrán- pero a estas alturas sí que me inquita algo. ¿De verdad se está trasmitiendo ilusión y esperanza con esta Asamblea? ¿Se trasmite esa esperanza que es capaz de movilizar nuestras fuerzas en el aquí y ahora, con el fin de no solo soñar sino de poner de forma auténtica los cimientos necesarios para crecer juntos hacia el futuro? Aquí es donde cobra fuerza el verbo acompañar al que hace referencia el Cardenal. Porque hay que estar atentos a lo que sienten y sentimos; hay que estar atentos a lo que esperan y esperamos para poder hallar la razón de crecer juntos y, así, encontrar caminos y poner los medios.
La juventud desea que quienes los acompañen dejen de ser espectadores y pasen a implicarse en su realidad, es decir, que no los dirijan. Así pues, esperemos que el Sínodo de frutos. Que sea positivo y constructivo. Pero también esperemos que sus conclusiones no sean un recetario de cómo tener más jóvenes en nuestra Iglesia. Que sean unas conclusiones en las que se muestre a la juventud que se les acompaña para que sean capaces de afrontar su proyecto personal: el que sea, donde sea y con quien sea. Y luego, sin romper la dinámica de acompañar y crecer juntos, indicarles que, ese, su proyecto personal, es el plan que Dios tiene para ellos.
Fr. Ángel Fariña, OP