Esto de ser principiante al volante da para muchas cosas y hoy en concreto creo que podría ser interesante el preguntarnos como es nuestra actitud ante la vida, si como la de un principiante o como alguien que viene de vuelta y se las sabe todas.
Digo que puede ser interesante porque aunque es cierto que el principiante puede sentir miedos, nervios ante lo que le es un poco desconocido y eso no es del todo positivo sobre todo llevado a extremos, me gustaría fijarme en la parte positiva y el cómo vivir la vida y los acontecimientos como un principiante nos pueden ayudar a llevar muchas cosas adelante. Son actitudes también muy propias de un principiante o de una persona novel en cualquier disciplina a parte de las ya señaladas anteriormente, la ilusión, la precaución, el observar para no equivocarme y no molestar a nadie, la alegría por llevar a cabo esta u otra actividad, la libertad interior que te da el hacer aquello que te gusta, el respeto por aquellas personas que nos están o nos han enseñado a desarrollar una capacidad escondida en nosotros. Vamos que es mucho mayor la parte positiva que tiene que la parte más oscura del ser un principiante.
Bueno todo esto a que viene, pues, que creo que es un actitud que debemos de hacer nuestra en muchos momentos de la vida, es más me atrevería a decir, que ir por la vida como si estuviéramos empezando en todo nos sería mucho más útil que ir sabiendo de todo y más que todos. La humildad necesaria para reconocer que tengo mucho y bueno que aprender, que por mucho años que pasen siempre habrá algo nuevo por lo que ilusionarme, enamorarme profundamente de un sueño y sin más sin tener miedo a tener que volver a empezar lanzarme a ello.
La vida merece la pena vivirla siempre desde los ojos de niño, desde los ojos de quien se sabe y se siente necesitado, de la ayuda y de la paciencia de otro. Estamos demasiados acostumbrados a andar solos por la vida y es mucho más maravillo y apasionante el caminar de alguien de la mano; si ese alguien nos ayuda a realizarnos, a vivir en plenitud nuestros sueños, nos enseña a ser cada día no solo merece la pena vivir de su mano, sino de no soltarla por nunca jamás. Descubramos como ese Alguien, es el mismo Dios, que vive en mí y en el otro.
No olvides que siempre debemos llevar en nuestro corazón la L de novel, para que en el vivir y en amar lo hagamos siempre con la ilusión y la pasión de un principiante.
Sor Rocío Goncet, OP