Una joven y un fraile analizan la última sensación del cine español, La Llamada, en la que se tratan temas como la vocación o la oración.

Las protagonistas de “La Llamada” se llaman Susana y María, pero podrían ser Carla, Cristina o David. Podría ser yo, o podrías ser tú. Los protagonistas somos todos nosotros, gente joven que sale de fiesta, baila raeggeton, se va de campamento y se enamora.

A nosotros, como a Susana y a María, se nos hace complicado entender a Dios y encontrar la Fe en Oraciones, Lecturas u Homilías que escuchamos en misa. Nosotros le encontramos en nuestras pasiones. A nosotros Dios nos canta por Withney Houston, nos baila, hace deporte y nos abraza. Le tenemos al lado, no es algo lejano que no podamos alcanzar. Nuestro Dios está más aquí que allí.

La Llamada habla de verdades, del valor de ser uno mismo, de cosas que nos pasan, sin tabús. Hace visibles crisis de Fe incluso en aquellas personas que no “deberían” tenerlas por lo que son, normaliza las orientaciones sexuales que otros catalogarían como pecado y propone que Dios se reiría de nosotros si lo único que le ofreciésemos fuesen rezos y plegarias.

Sus directores son dos chicos jóvenes, de 27 y 33 años que además son pareja y que se refieren a su trabajo diciendo “que si algún niño o alguna niña en su casa que siente que su familia no le va a querer por cómo es, nosotros vamos a escribir historias para inspirarle”.

Como Susana y María, todos sentimos La Llamada (de Dios o cualquier otra) en algún momento, la necesidad de darle rumbo a nuestra vida, elegir caminos y encontrar nuestro lugar en el mundo para ser como queremos ser, y no como los demás quieren que seamos.

Laura Fernández


Durante estos días me han preguntado si he visto la película “La llamada”. Ante tanta pregunta no me ha quedado más remedio que verla. Reconozco que puede que esté enfocada para un público más joven o, seguramente, que no soy muy ducho en esto del arte cinematográfico. Y es que, a decir verdad, no me ha llenado mucho. Pero dicho esto, sí que he sacado una lectura de la película. Creo que muestra la necesidad del esfuerzo. Sí, si algo me ha trasmitido es que es necesario esforzarse para que haya futuro.

La película muestra que esforzarse nos trasmite que todo es posible, que todo está por hacer; no existen fronteras ni techos de piedra. Es pasión por el ideal, pasión por la convicción de que las ideas que se fundan en la verdad y las acciones que buscan siempre lo que es justo, van a otorgar una nueva configuración a la realidad. Aunque esto requiere una buena dosis de saber ponderar, de mucha comprensión y actuar de forma responsable. A veces no se permite el esfuerzo para ahorrar posibles sufrimientos, para evitar desilusiones, para que el desánimo no sea el protagonista de la historia, para evitar el qué dirán o, incluso, para que no se prospere en el futuro. Ante esto hay que ser valientes y reivindicar la propia responsabilidad; esforzarse para ello y afirmarse en la libertad. Y es que el esfuerzo requiere la pureza del modo de ver, la pasión por la idea y el carácter incondicional de la firmeza.

Solo si nos esforzamos habrá un futuro que limpie el horizonte de trampas falsas; revelarnos contra un mundo injusto y esforzarnos por un futuro que lo transforme: la injusticia por la justicia, la opresión por la libertad, la desigualdad por la igualdad, el odio por el amor, el miedo por la tranquilidad, el rechazo por la aceptación, la corrupción por la honradez… en el fondo el mejor esfuerzo que podemos hacer para construir futuro es anhelar la Verdad última de las cosas. Esa es la llamada que quizá la película nos está haciendo, y por la que deberíamos luchar… hasta conseguirla.

Fr. Ángel Fariña, OP