Después de las vacaciones navideñas hemos retomado nuestro ritmo habitual. Clases, estudios, trabajos, reuniones, reuniones, reuniones….más reuniones. Vamos, que nos hemos incorporado. El primer día de trabajo de este año -para quien no lo sepa doy clases en el Colegio Virgen de Atocha en Madrid- mis alumnos me plantearon la posibilidad de debatir sobre la cabalgata de Reyes de Vallecas. Yo no sabía muy bien el por qué me pedían eso, y les pregunté el motivo. Los alumnos me explicaron que en dicha Cabalgata había una presencia considerable del colectivo LGTB. Accedí a que se debatiera sobre el tema.

Muchos manifestaron su indignación; otros expresaron su total apoyo; a otros ni les va ni les viene; muchos callaron y no se expresaron; un número reducido argumentó que es una estrategia política… no sé si he logrado trasmitir que hubo opiniones muy diversas. Pero a pesar de esta diversidad de opiniones, hubo un sentimiento casi general: “quizá no era el sitio más adecuado”. Sí, a los que no les molestó en absoluto la presencia del colectivo LGTB también llegaron a esta conclusión.

El sentimiento que me trasmitieron mis alumnos es que aquellas Cabalgatas de Reyes a las que iban con sus abuelos -algunos ya no los tienen- ya no están. No son homófobos, ni mucho menos; son tolerantes, respetuosos y no estaría nada mal aprender de ellos hablar con naturalidad sobre este tema. Pero nos han adulterado, me decían, el recuerdo más bonito de mi infancia.

No sé si hago bien, pero no voy a dar mi opinión sobre este tema. La cara de mis alumnos, sus ojos, su tono de voz… me han dejado preocupado. ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué queremos? ¿Lo estamos haciendo bien?

Fr. Ángel Fariña OP