Si no me equivoco es Selena Gómez la cantante y celebridad con más seguidores en Instagram gracias a sus 140 millones de seguidores. Y la cuenta de Cristiano Ronaldo ha crecido a ritmo acelerado en los últimos meses; con más de 139 millones de seguidores es el tercero en la lista.
En Twitter es Katy Perry, con 108 millones de seguidores la que ocupa el primer puesto, seguida de Justin Bieber, con 105 millones.
Me pregunto si tiene algo que ver el ‘seguimiento’ de todos esos millones de personas con el seguimiento que Jesús propone a quienes invita a seguirle. Y, también, ¿cómo es nuestro ‘seguimiento’ de Jesús, el tuyo, el mío? ¿Acaso estaremos siguiendo a Jesús al estilo ‘Twitter’ o ‘Instagram’? ¿Tal vez buscamos en Él lo que tantos millones buscan en sus ídolos, una admiración fácil y sensiblera, irracional y voluble?
La invitación de Jesús no deja lugar a dudas: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará» (Mc 8, 34). «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9, 35).
¿Estoy, estamos dispuestos a perder la vida por anunciar y construir la Buena Noticia de Jesús? Porque de eso se trata.
Seguir a Jesús no es ‘postureo’, no es una pose y no se queda en la epidermis y la apariencia. No somos invitados a seguir a un personaje o un producto creado y lanzado por los embaucadores de la mercadotecnia. El seguimiento de Jesús nos compromete enteros y en todo; exige libertad responsable, lucidez crítica, confianza plena en el proyecto del Reino de Dios, madurez electiva, capacidad de sacrificio, actitud contemplativa, compasión y amor apasionado.
Como cristianos que han hecho suyo el estilo de Domingo de Guzmán, hemos de ser conscientes que nuestro seguimiento de Jesucristo nos hace puentes de doble dirección: hablar a los hombres y mujeres del Dios-Amigo y hablar al Dios-Amigo de los gozos y desvelos de nuestros hermanos y hermanas.
Fr. Ricardo Aguadé, OP