Plumilla, juntaletras, informadora, redactora, reportero, articulista, corresponsal, cronista, comentarista, periodista, al fin. Hay unas cuantas palabras para denominar a aquellas personas que hemos consagrado nuestra vida a comunicar lo que nos han contado, hemos visto o sabemos. Consagrado, digo, porque estoy convencida de que se trata de una vocación específica y no solo de un trabajo remunerado ‒el periodista lo es siempre y a jornada completa, cuando se levanta y cuando se acuesta, a tiempo y a destiempo, que diría Pablo para el predicador, y la predicadora, digo yo‒. De hecho, para algunos y algunas es una doble vocación (¿verdad, Álvaro, Alexis? ¿verdad, …?).
El pasado miércoles 24, la iglesia celebró a san Francisco de Sales, patrono de los y las periodistas, escritores y escritoras y doctor de la Iglesia. Los patronazgos suelen estar unidos a pintorescas historias de las vidas de los santos y, en este caso, no iba a ser menos. El De Sales inició una intensa actividad literaria en Chablais, donde redactó folletos que se distribuían entre la población a modo de pasquines diarios para “combatir” el calvinismo. Después fue nombrado obispo de Ginebra donde siguió escribiendo y enseñando y cuidando de las personas más pobres y necesitadas, combinando así su tarea de extender el Reino a través de la predicación y de hacerlo vida a su alrededor.
Hoy el periodismo no está demasiado bien visto. Periodistas y sobre todo, comentaristas y tertulianos así como muchos medios de comunicación, que se han centrado en su dimensión “espectáculo” no ayudan mucho a mantener una buena imagen sobre esta profesión-vocación. Los incrementos de las audiencias a toda costa: vender más, que te vean más, que hablen de ti, aunque sea mal, no parece que sean buenas fórmulas para mantener la reputación.
Quienes hemos unido nuestra vocación predicadora a la periodística, además, estamos llamadas a anunciar la gracia, la vida y el Reino de Dios. Y eso, el Reino que es como un diminuto grano de mostaza, parece que no case bien con vender más y más cada vez. ¿No les parece?
Me gusta Olivia, que pena que como en todas las profesiones manda el Vil metal y algunos pierden su norte por ser vistos en el sur, tu labor es necesaria porque la información nunca sobra y hoy en día la palabra de nuestra iglesia debe tener su cuota, como la tienen las demás facetas de nuestra curiosidad informativa. Gracias por tu trabajo.
¡Gracias a ti por él comentario!