Javier Gomá, uno de los intelectuales españoles más interesantes de los últimos años, acabó una tetralogía filosófica hace ya cuatro años, con el central tema de la necesaria ejemplaridad pública de nuestras vidas en sociedad.
No sólo de los políticos, o de quienes ejercen cualquier tipo de poder y servicio –deberían ser lo mismo…- sino la ejemplaridad de cualquier ciudadano en su vida ordinaria, en el que ha de ser consciente y responsable de cómo todos nuestros actos, todos, tienen consecuencias para los demás. Desde esa consciencia de interrelación social, cada acto, cada conducta, toma una dimensión de necesaria ejemplaridad, preguntarnos si nuestros actos podrían ser un ejemplo de cómo vivir, cómo relacionarnos, cómo estar en el mundo, cómo hablar, qué hacer… una actitud ética que nos empuja a analizar y pensar si nuestras conductas ayudan a los otros y mejoran el mundo…
No tiene que ver con creerse más o mejores, no va por ahí, va más bien con la necesaria conciencia de que vivimos juntos, que somos responsables de las vidas de los otros también, que no es cierto que uno sólo responde por sí mismo, va con la certeza humana de que todos somos responsables de todos.
Y eso, con lo que sí que nada tiene que ver es con la terrible corrupción que nos azota, con los escándalos que día tras día nos golpean