He recibido la muerte de Forges como algo terrible. Sí, se me puede llamar exagerado, pero es terrible. Nos ha dejado un genial dibujante de medio siglo de historia en nuestro país. Con él perdemos la inteligencia crítica de un humor tierno y humano, que nos sacudía y nos hacía pensar, cuando más falta nos hace. Sí, cuando más lo necesitábamos, se nos ha ido un grande de la cultura.
Hace unos años el periódico en País sacó unas tazas con sus dibujos. Estos días he tomado el café de la mañana en una de esas tazas que tengo en una pequeña colección. Contemplándola veo cómo todos los dibujos que nos ha dejado como legado, forman una gran predicación. Y es que no exagero al decir que Forges ha sido un profeta; un profeta que ha anunciado y denunciado dando a conocer los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor, de una forma sublime a la par que creativa. Hasta los dominicos hemos tenido hueco en sus ilustraciones. Qué pena que aquellos que sentimos inmortales, nos puedan dejar tan pronto.