Hoy quiero hablaros de un videojuego que se llama ‘Mass Effect: Andromeda’. Se trata de un RPG(roleplaying game), en el que la premisa es que la humanidad ha enviado una especie de arca con piloto automático a través del espacio exterior con el objetivo de colonizar la galaxia de Andrómeda. Tras 600 años de viaje, cuando los colonos despiertan de su hibernación, todo va mal.
En el juego encarnas a Ryder, el ‘pathfinder’, palabra que se traduce por explorador pero que mejor se podría expresar como ‘encuentracaminos’; no solo los físicos sino también los históricos y sociales. De hecho, el juego consiste sobre todo en buscar planetas donde poder instalar colonias humanas… y en todos había alguien antes, lo cual es una sorpresa para los colonos (parece que no aprendemos de la historia).
La aventura está llena de decisiones que tomar ante un panorama desconocido en el que no hay posibilidad de volver atrás; más dramático aún en caso de personas que tras seis siglos en coma inducido han perdido cualquier posible contacto con su pasado en la Tierra. Además, nunca están a la mano todos los datos necesarios para tomar la opción más correcta, de manera que siempre hay una cierta incertidumbre en lo que se dice.
Y al jugar pensaba que esta aventura es una metáfora de la vida: por más que queramos, no podemos volver atrás y debemos cargar con nuestros aciertos y errores. En ella nos enfrentamos a un futuro para el que nunca estamos del todo preparado. Y así, poco a poco vamos encontrando el camino por el que transitamos con la incertidumbre de que nunca estamos seguros dónde llevará nuestro siguiente paso que es desconocido hasta que lo transitamos. Al final, solo encontramos los caminos que transitamos y que al transitar nosotros mismos creamos. Todo eso me parece más de una belleza tan grande que apenas podemos imaginar.