Hace menos de un mes, el papa Francisco visitó Chile y Perú en el primero de sus viajes apostólicos de este 2018. En Perú, se encontró con el obispo dominico David Martínez de Aguirre, a quien conozco de tiempos de nuestros inicios en la Orden.
Aunque no mantengo contacto con él prácticamente desde entonces, saber que iba a encontrarse con Francisco, despertó en mí bastante interés.
Un dicho eclesiástico afirma que “no hay nada más parecido a un obispo que otro obispo”, pero creo que puedo decir que David, Davichurri para muchos aún (perdóneme, padre), es un obispo fuera de lo común.
Lo pude comprobar unos días antes del viaje del papa viendo el programa que Pueblo de Dios dedicó en TVE al dominico. El programa, que se repuso con motivo del viaje papal, se inicia con estas palabras: “De vez en cuando, nos encontramos con personas que son felices. No son ajenas al dolor ni están por encima del bien y del mal. No tienen fórmula magistral alguna ni presumen de hallazgos milagrosos, pero se les nota felices, porque irradian la envidiable seguridad de haber encontrado su lugar en el mundo. Esta es la historia de una de esas personas. Tuvimos que ir hasta el corazón de la selva peruana para encontrarla”.
Después, corroboré esto viendo una imagen de la visita de Francisco a Puerto Maldonado, que es la que quería compartir con vosotros, lectores, en este día. No sé si fue tomada a la llegada del obispo de Roma o cuando se iba, después de encontrase con miembros de las comunidades originarias –a quienes antes llamábamos indígenas– en Puerto Maldonado. David y el papa se miran de frente, se abrazan, se saludan cariñosamente. Casi podemos escucharles saludarse: “¿Qué hay, cómo fue el viaje, santo padre?, diría el vitoriano. “¡Qué bueno que viniste, David!”, contestaría el argentino. Y en ese tono, sencillo y claro, como son los dos, y alegre, debieron transcurrir las horas que compartieron en ese lugar que a nuestro amigo, el obispo más joven de la Orden de Predicadores le ha dado la felicidad y en el que se vio a Francisco, disfrutar también del encuentro con las personas y las comunidades.