¿A dónde vas si acabamos de terminar de comer? ¿Has quedado? Pregunta mi madre un domingo. Me voy a la parroquia mamá que tengo reunión. A lo qué me contesta, ¿reunión de qué? ¿Con los niños? No mamá solo nosotros, ya no estoy con los niños. ¿Y hacéis ahí? ¿De qué habláis?
Y creo que no es la única, mis amigas y el resto de mi familia ya están acostumbrados pero parece que aún les es difícil entender que un grupo de jóvenes quede dos horas cada quince días para hablar de… ¿De Dios? ¿De lo que implica ser cristiano? ¿De aprender y ahondar más sobre mí fe?
Y sí, es exactamente lo que hacemos. Para mí es un espacio y un momento que nos guardamos los que estemos, a veces solo cinco y a veces diez en ocasiones con invitados, para compartir vida, inquietudes, la palabra, la oración y para seguir formándonos.
Lo que para muchos puede parecer un grupo de amigos para nosotros en algo más transcendental porque al final, juntos, lo que hemos formado es Comunidad. Y todos coincidimos y sabemos de su importancia porque sin ella nuestra vida de fe no sería la misma, estaría incompleta.