Acabo de leer el libro de José María Rodríguez Olaizola, SJ, «EN TIERRA DE TODOS». Un libro de lo más sugerente e interesante; un libro de los que te hacen pensar y quedarte con la mirada perdida rumiando todo lo que ofrece. Olaizola, en esta obra, hace todo un análisis de la realidad de ciertas cuestiones sobre las que los creyentes necesitamos respuestas. Con valentía, rigor, seriedad y respeto analiza temas que están en la mente de todos; temas sobre los que tenemos una opinión formada, pero que no nos atrevemos a decir muy alto… ¿por miedo? Sea como fuere, «en tierra de todos» es una buena sacudida para intentar dar respuesta a la pregunta ¿Por qué seguir en la Iglesia?

El libro está dividido en dos partes. De la primera destaco un par de temas: las mujeres (pp. 51-60) y la homosexualidad (pp. 67-73). Sobre las mujeres el autor nos dice que es «una asignatura pendiente dentro del cristianismo». Y es que para Olaizola ya es hora de hacer real y efectiva una responsabilidad compartida, donde lo femenino de respuestas a las necesidades de nuestra Iglesia. La cuestión de la homosexualidad comienza abordándola desde el dolor; el dolor que sienten las personas LGTBI por sentirse no queridas en esa comunidad de Jesús donde, en principio, todos tenían cabida. Olaizola reconoce que hay pequeños cambios, como también que estamos ante un tema complicado porque, mientras en el Catecismo aparezca la palabra «desordenado», seguiremos estando en un espacio de lucha enorme.

En la segunda parte del libro es de destacar la cuestión que lleva por título «buscadores de respuestas: la teología y la vanguardia» (pp. 179-184). Olaizola afirma que el magisterio no puede estar cerrado de una vez para siempre. Por ello pide la necesaria labor de los teólogos para que se propongan alternativas. Y es que la reflexión teológica tiene que afrontar las nuevas situaciones que se encarnan en nuestro mundo y reflexionar, también, sobre lo desconocido. Aunque quizá lo primero que habría que afrontar, argumenta el autor, es sacar la reflexión teológica de los círculos cerrados en los que se encuentra, y que la hacen casi invisible en la vida cotidiana.

Muy recomendada la lectura de este libro. Un libro que es todo un alegato contra las etiquetas; una reflexión sobre la necesidad de matices; una mirada a la Iglesia con sus urgencias; una llamada a ampliar la mirada más allá de los prejuicios… pero sobre todo, un libro que lanza la propuesta de seguir amando; amando a esta Iglesia, con sus maravillas y sus racanerías, porque siempre vale la pena seguir.

Fr. Ángel Fariña, OP