Sal de tu tierra, le dijo el Señor a Abram. Y Abram salió.

Nos preparamos un año más para salir de nuestra tierra y adentrarnos en la misión a través de un curso de formación que dura seis fines de semana y donde iremos descubriendo algo, sólo un poco, de qué es eso de la misión.

Los y las asistentes vienen de muchos lugares diferentes de la geografía española habiendo sintiendo una llamada misionera, a la que aún no ponen nombre, pero que posiblemente y si está de Dios, les llevará a entregarse a la misión.

Nos trabajaremos las motivaciones, las expectativas, las ilusiones y los miedos, las culturas y las desigualdades, la escucha y el estar, el simplemente estar; y todo ello lo pondremos en manos de Dios y de la comunidad que nos envía y también de la que nos acoge. Una comunidad de frailes o hermanas dominicas que están entregados a la misión y de la que aprenderemos que la vida, si no se da, se pierde.

Descubriremos la alegría de compartir luchas con nuestros hermanos y hermanas misioneros, de poder apoyarles desde aquí, pero también allí, donde ellos están entregando sus vidas. Y la misión, entrará en nuestras vidas, y Dios, nos acompañará en ello. Porque nuestro voluntariado misionero nace de Dios.

Y a la vuelta, si es que decidimos volver, compartiremos la experiencia con aquellos con quienes hemos compartido el curso misionero, con aquellos que nos enviaron, que nos acogerán y nos ayudarán a integrar esa llamada misionera, de nuevo, en nuestras vidas.

Algo nuevo está brotando

Maite Moreno, voluntaria de Selvas Amazónicas