Me he roto una pierna. Bueno, para no mentir, ha sido: “fractura de peroné distal y sutura de ligamento deltoideo”. Me caí de una moto, mientras la sacaba del garaje. Nada grave, aunque los médicos decidieron operar rápidamente —antes de las primeras 24 horas ya tenía varios clavos en mi tobillo, para evitar que fuera a mayores–. Lo peor, la baja, que parece va a ser larga, junto con las molestias consabidas.

Lo primero que sorprende en estos momentos es cuánta gente aparece para ayudar. Seguro que lo han experimentado. Los más cercanos y los menos, la familia “de sangre” y la otra. Todas las personas ofrecen sus conocimientos, su tiempo, sus cosas, sus casas, para acogerte, acompañarte y ayudarte. ¡Gracias, gracias! Es la palabra que más sale de mi boca –y de mi corazón– en esta última semana.

¡Y la Sanidad pública! Un lujo, la verdad. Ya sé que estas cosas son como la feria, que cada uno habla según le va en ella. Pero en serio, es un lujo el trato, el esfuerzo de todos y todas, médicos y médicas, enfermeros y enfermeras, auxiliares, celadores/as, todos y todas. Desde el primero hasta el último, se desviven por el cuidado, por la atención, por desplegar sus conocimientos, por tratar con empatía y cariño.

Gracias también a ellos y ellas. Servidores públicos. Actores y actrices políticos. Sí, también políticos, porque desempeñan el cuidado del bien común en la polis. Y el resto, también, porque como ciudadanos y ciudadanas somos corresponsables de ese bien común. ¡Venga, a hacer política, a cuidar la polis!