Imagino que ya sabes a qué entrevista me refiero. Esa que ha sido hoy tema de conversación en los trabajos, en las tiendas, en las escuelas, en las calles… o no…

No voy a hacer un resumen. Ni siquiera, voy a decir qué me ha gustado más y en qué me ha defraudado.

Como periodista, solo quiero aportar mi opinión sobre un trabajo periodístico que me ha parecido exquisito. Destaco de ambos, entrevistador y entrevistado, la valentía de enfrentarse a un momento así: un espacio sin ningún elemento de distracción; una cámara cercana y otra muy cercana; un puñado de preguntas bien formuladas; unas cuantas respuestas sinceras, honestas, y para mi gusto —aunque sé que hay mucha gente que opina otra cosa—, sin demasiada cocina previa.

Évole se ha enconcontrado, sin duda, con trabajos más duros, más arriesgados, pero quizás ninguno tan difícil como este: «mi madre es muy seguidora suya y me da miedo que salga mal y se enfade».

Francisco está acostumbrado a los periodistas y a las preguntas improvisadas, sin ensayo previo. Pero quizás no se había enfrentado a un personaje como Évole, que muestra pocos prejuicios y se atreve con casi todo (empezó siendo “El Follonero”).

En esa entrevista de la que todo el mundo hablaba ayer —quizás hasta ha sido capaz de desplazar al fútbol por un día; y desde luego, el viaje de uno de sus protagonistas, el papa Francisco, a Marruecos— yo he visto a dos hombres con ganas de ser honestos. Han dicho y hecho verdad. Y eso, hoy en día, en la televisión, es todo. Casi un milagro.

Olivia Pérez