Una de las acepciones del término “poder” es: “Ser más fuerte que alguien, ser capaz de vencerlo” pero ese poder siempre lo tenemos en nuestras manos y sale de nosotros cuando se lo damos a otros, pero no nos lo arrebatan, lo damos. Somos libres por naturaleza, otra cosa es que no podamos ejercer en todo su potencial la libertad, una persona presa en una cárcel puede sentirse libre, aunque no pueda vivir en libertad, varios ejemplos conocidos lo demuestran, Nelson Mandela, Maximiliano Kolbe, y muchos otros de los que no conocemos sus nombres.

Todo esto viene a colación de que la libertad que tenemos somos capaces de perderla por dar el poder de nuestra existencia a otros, por creer que el interés de otras personas por nosotros se demuestra controlando nuestros movimientos, no sólo pasa con personas, hay cosas que dominan nuestra forma de actuar, nuestra organización del tiempo, damos el poder a otros para que decidan por nosotros, por comodidad o por miedo, damos el poder a ciertas cosas por sentirnos protegidos y no salir de nuestra zona de confort, evadiéndonos de problemas y de confrontaciones personales que, cuanto más evitamos menos sabemos resolver.

Vivimos en una sociedad individualista, es cierto, la hemos creado nosotros, lo hacemos cada vez que preferimos hablar con los otros a través de un teclado en vez de hacerlo cara a cara, creyendo que somos más sinceros, sintiendo que tenemos el poder y la fortaleza para decir lo que creemos sin miedo a discusiones, porque todo se zanja borrándole de nuestros contactos. Antes se llamaba la atención a los niños por llegar tarde a casa cuando jugaban en la calle, hoy no salen de casa, sí, se comunican con otros a través de las vídeoconsolas luchando en batallas imaginarias y siendo estrategas de guerras cruentas, todo muy sofisticado y creemos que están controlados por estar en casa, pero quizá el descontrol es mayor al no saber con quién se relacionan ni a qué se están acostumbrando, no todo es un juego.

En la medida en que nosotros tengamos el poder sobre nosotros mismos, venciendo todo aquello y a quien intente “dominarnos”, podremos ejercer nuestra libertad aunque estemos en una habitación minúscula, porque es cierto que el poder está en la mente y necesitamos poco para ser felices, demos la oportunidad a otros para caminar juntos pero nunca delante marcándonos el camino ni detrás controlando nuestros movimientos.

Macu Becerra