Me ha pasado varias veces en estas vacaciones; es estar tomando un café con una amistad de toda la vida y aprovechando la confianza, lo suelta: “Es que tú no eres un cristiano normal, eres diferente”. En ese momento se me activan las alarmas justo a tiempo para el corolario. “Es que la Iglesia no transmite los valores que me cuentas”. Y llega ese punto en el que a la vez me enfado y no me enfado. Me pregunto qué imagen tiene esa persona de la Iglesia, y me pregunto si es más responsabilidad suya por no esforzarse en rascar tras la capa mediática, o es culpa de ciertos sectores eclesiales con discursos que tienen muy poco de amor al prójimo.
Alguna de las personas con las que ha surgido esta conversación están bautizadas y tienen un ansia de espiritualidad inmensa, pero les ha sucedido algo en su vida que les ha llevado a alejarse de esta iglesia. Y la verdad, no sé qué decir porque cómo separar el mensaje de una institución de las acciones de algunos de sus responsables institucionales. O de los de a pie que llevamos un crucifijo al cuello visible. Quizá sea también responsabilidad de la gente que esconde el crucifijo (entiéndase también de manera metafórica), y que hace mucho bien, aunque ya sabemos que el bien no busca ser alabado y a menudo es discreto e invisible.
A veces también me pregunto si es cierto que yo voy por un lado y la Iglesia va por otro y si esa persona que me decía aquello en el café tenía razón. Que quizá es cierto que no tengo mucho que ver con los otros cientos de millones de católicos.
Al final, ante aquello de que la Iglesia no transmite los valores que estaba transmitiendo, sólo me salió, y sin pensarlo mucho, la siguiente respuesta: “Pues esos valores me los ha transmitido la iglesia”. Y si a mí sí me los ha transmitido y a otras personas no, ¿por qué? Primero, debería dar gracias por todas esas personas que me he encontrado en el camino y me han iluminado con el amor de Dios. Segundo, debería esforzarme más, y pedir más en mis oraciones, ser una de esas personas. Y serlo dentro de la Iglesia, porque no creo que sea verdad el cristiano Juan Palomo.

Asier Solana