Se supone que con 23 años aún no sé tanto de la vida como cuando tenga 60. Así me lo recuerdan una y otra vez los adultos, renegados a cualquier cambio que desafíe las reglas que les hacen disfrutar la suya.
Pese a todo, creo que ya voy adivinando que la vida va en serio. Que no espera ni avisa, y que nos empeñamos en conocerla para acabar viéndola pasar.
Idolatramos el Carpe Diem desde la pereza de nuestra cama, reproducimos citas en vez de hitos, nos creemos históricos cuando solo somos mediáticos.
Hace unos días, hablaba con unos jóvenes que no estaban muy por la labor de sentirse cristianos. Me comentaban que la Iglesia era mucho más retrógrada de lo que ellos están dispuestos a asumir, que la religión no es para ellos. Yo les pregunté si alguna vez habían sentido Fe. Me dijeron que sí. Siguieron sin verlo.
¿Es que acaso tenemos que politizar las creencias y los sentimientos? Tan importante es tomar partido por las cosas como dejarlo por las personas. Ni escaños ni leyes ni Facebook, la vida es otra cosa.

Álvaro G. Devís