Cuando pensamos en “conflicto” solemos pensar en violencia, destrucción, guerra, inestabilidad, duda… En definitiva en algo perjudicial para quien lo vive y que inevitablemente a una de las partes le toca perder.
Pero en realidad estar en conflicto no es más que estar en desacuerdo: simplemente refiere que dos ideas, sentimientos, principios… sean aparentemente incompatibles y no puedan coexistir.
A mi modo de ver, el problema no es que exista, sino la forma de gestionarlo, porque el conflicto es como la lluvia: puede ser destructivo o dar vida por donde pasa. Y en este sentido creo que  tenemos una experiencia un tanto catastrofista cuando se nos presenta (ya sea con nosotros mismos o con los demás)
La vida de Jesús estuvo llena de conflictos, y en lugar de huir, construyó un Reino a su alrededor.
¿Y si dejamos de evitarlos, nos enfrentamos y aprendemos de ellos y dejamos que nos llenen de vida?

Laura Fernández