Hoy sí, es el día de los fieles difuntos. Suena extraño que a alguien se le ocurriese poner en el calendario una fecha para celebrar algo así. Más aún en esta sociedad dominada por un marketing que ensalza la eterna juventud, en el que muchos de 60 quieren parecer de 20 pero nunca pasa al revés.
Lo cierto es que en estos últimos días muchos aún habrán mantenido la tradición de ir al cementerio a visitar a sus seres queridos, y a otros nos hubiera gustado pero no lo hemos podido hacer. Hoy me acuerdo de uno de mis poemas favoritos, las ‘coplas’ de Jorge Manrique a la muerte de su padre, que empiezan así.

Recuerde el alma dormida / avive el seso e despierte / contemplando / cómo se passa la vida / cómo se viene la muerte / tan callando

Celebrar la muerte nos permite recordar, en primer lugar, lo breve que es la vida y nos debería dar más ganas de aprovecharla. Por otro lado, un motivo aún más fuerte para celebrar a quienes ya no están podemos encontrarlo al final del mismo poema.

que aunque la vida perdió / dexónos harto consuelo / su memoria.

Lejos de entristecernos por no tenerlos, el recuerdo de quienes ya se fueron es el recuerdo de vidas de amor, de gente que tuvo un tiempo breve, como todos lo tendremos, y que lo poco que tuvieron se lo pudieron entregar a otros. No se les ocurrió mejor forma de vivir, ni a ellos ni a nadie.

Asier Solana