Arde el corazón de los gallegos que ven quemarse sus montes y no tienen lágrimas suficientes para sofocar esa catástrofe. Arde el corazón de los españoles porque ven cómo se va rompiendo lo que desde hacía mucho tiempo ya estaba empezando a separarse y no tienen manos para mantener unido lo que se había ido formando de forma libre. Arde el corazón de un Mundo que estalla en la bomba de un camión viejo que se lleva consigo muchas vidas de personas que no buscaban más que su vida diaria y no hay ojos suficientes que hagan mirar al Mundo lo que se vive en ciertos lugares, porque las cámaras están dirigidas a otros lugares “más notorios”. Arde el corazón de unos adolescentes que no se dan cuenta que hay más noticias positivas que negativas, pero que son más sonoras las negativas y por eso acallan las buenas noticias que podrían inundar los noticieros. Arde el corazón de una niña que queriendo venir al mundo tiene miedo de salir de la seguridad de la barriga de su madre, porque no sabe lo maravilloso que le espera fuera, el cariño de su pequeño hermano, el amor de unos padres que desean verla y la alegría de tantos que esperamos su llegada.
¿Por qué dejar arder los corazones? Ojalá fueran corazones que arden de amor, de júbilo, de alegría, de felicidad, de justicia, de solidaridad, de esperanza, de acogida, de fortaleza… siguen siendo muchos más los sentimientos positivos que son acallados por todo aquello que deja que los corazones se conviertan en ceniza y polvo, sin permitir que se reconstruyan los corazones rotos y dañados. Cambiemos esas razones por las que los corazones arden hoy y demos oportunidades nuevas a aquellos corazones que están comenzando a latir o a aquellos que han vuelto a la vida tras un infarto, dando nuevas razones para que la sangre circule por ellos y puedan bombear la vida.
Arde mi corazón porque no quiero que el mundo deje de moverse, de bombear vida, de traer y saber despedir experiencias que nos hacen ser cada día más fuertes.

Macu Becerra