La diferencia entre el viajero y el turista no está en qué lleva cada uno en su maleta, ni en los selfies que se hacen, ni en el medio de transporte en el que viajan.
La diferencia está en la actitud que toma cada uno.
Viajar es conocer, es enfrentar miedos, ampliar horizontes, poner contra la pared a los prejuicios, encontrar el propio camino en vez de seguir el de otros, empujar los límites.
Para mí, el turista conocería cualquier ciudad en un autobús de dos plantas, y el viajero acabaría con los pies llenos de llagas.
Podríamos aplicar esta comparación a la forma de vida. El viajero sería una persona arriesgada, llena de ganas e ilusión, auténtico… mientras que el turista viviría apagado, copiando una vida ajena, olvidándose de cultivar la suya propia.
El viajero vive, el turista trata de no morir.

Laura Fernádez