Un autobús que ronda por las calles de Madrid, un chiste sobre el Valle de los Caidos o un comentario desafortunado en Twitter ha hecho más que abrir debate social sobre lo que es correcto o no decir y casi todos los estos terminan con la pregunta: ¿y qué pasa con la libertad de expresión?

Y realmente encontrar una definición que concrete qué es la libertad de expresión es complicado. Los criterios por los que diferenciamos si un comentario es una manera de expresión autentica a un comportamiento que esconde una repercusión negativa intencionada son muy difíciles de marcar.

Pero desde hace unos años convivimos con la legislación que regula todos estos comportamientos y los llamados delitos de odio. Parece que esta ley puede chocar con el derecho a la libertad de expresión de la Declaración de los Derechos Humanos pero no debemos olvidar que esta no puede entrar en conflicto con otros valores y derechos.

Por tanto la libertad de expresión no debe ejercerse de manera ilimitada, debemos incluir en nuestro propio derecho de opinar, el saber de qué manera y desde mi punto de vista debemos hacerlo desde el respeto, la empatía y sobre todo el amor al prójimo.

Sara Márquez